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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

sábado, 3 de septiembre de 2011

Día 1952. “Las aventuras de Huckleberry Finn”, de Mark Twain



Esta es una novela sobre la amistad, la adolescencia y la felicidad, dice la contracubierta. No puedo recordar si cuando lo leí tenía once o trece años, pero por ahí sería. Lo que recuerdo es que lo leí con el corazón en un puño: esa libertad, tantos peligros en los personajes con los que sin duda me sentía unido producían miedo. Ahora lo he releído, en verano, bajo un cerezo enorme que nunca ha sido podado (hemos sacrificado las cerezas a cambio de la belleza espléndida), y la sensación ha sido de sonrisa, de risa, de felicidad. Es un libro para releer en un mal momento y regresar a la plenitud dela infancia y el principio de la adolescencia.

Roberto Bolaño empieza el prólogo con estos párrafos:

«Todos los novelistas americanos, incluidos los autores de lengua española, en algún momento de sus vidas consiguen vislumbrar dos libros recortados en el horizonte, que son dos caminos, dos estructuras y sobre todo dos argumentos. En ocasiones: dos destinos. Uno es Moby Dick, de Herman Melville, el otro es Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain.
El primero es la llave de esos territorios que por convención o por comodidad llamamos los territorios del mal, allí donde el hombre se debata consigo mismo y con lo desconocido y generalmente acaba derrotado; el segundo es la llave de la aventura o la felicidad, un territorio menos acotado, humilde e innumerable, donde el personaje o los personajes ponen en movimiento la cotidianidad, la echan a rodar, y los resultados son imprevisibles y, al mismo tiempo, reconocibles y cercanos.»

Por esta vez, no voy a poner ningún párrafo del libro, lo dicho por Bolaño es más que suficiente para saber lo que uno va a encontrar. Por otra parte, todo es una aventura disparatada (y peligrosa) vista y comentada desde la mente de un jovencito: no he podido elegir unos párrafos sobre otros. Y además, apuesto a que al menos los chicos lo leísteis todos cuando erais pequeños y felices.

Traducción de J.A. de Larrinaga, para la colección Grandes Clásicos de Mondadori, 2ª edición de agosto de 2009



6 comentarios:

  1. Casualmente, hace poco la compré, o la encontré. Y quiero leerla (¿releerla?; no lo sé). Y además tengo unos niños que, seguro, la recibirán bien dentro de algún tiempo.

    Me parece muy alegre tu referencia de hoy. Y me alegra.

    Un abrazo.

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  2. Lo leí con doce años, precisamente en aquellos veranos larguísimos de la Gabriel miró de Alicante. Viajé con Tom Sawyer y Huckleberry Finn por el Mississippi (entonces tenía el río más eses y más pes que ahora) y fui feliz con sus aventuras porque participaba de ellas a falta de las mías propias.
    Releer tu reseña ha sido morder de nuevo la magdalena de Proust. Pies descalzos, cañas de pescar, sombreros de paja y sol, mucho sol en un día tan apagado, nublado y tristón como el de hoy. Gracias por ello.

    Un abrazo.

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  3. y qué cubierta más bonita!
    sabes? no he leído ni Moby ni Huck.
    quizá pueda leérselos a Vera para dormir (y que no se duerma).

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  4. Estoy con Portorosa LARA: desafiar el peligro de que te salga una literata. Y de paso te los lees tú.

    De momento, PORTOROSA, te ayudará a ti a entender (recordar) cómo funciona la mente de los niños y preadolescentes. A ellos ya les llegará el tiempo de leerla.

    Exactamente, FREIA: "vivíamos" esas aventuras como si fueran nuestras. (mi gorro era de tela).

    Un abrazo fuerte a los tres.

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