Hace exactamente tres años y un mes, mi socio NáN escribía en su blog para dar la bienvenida a la primera librería de Madrid especializada en cuentos y relatos. Ver la bienvenida AQUÍ.
Tres años y un día después, cuando tras esfuerzos sin cuento la librería se ha asentado gracias a su especialidad, celebro como Lotronan el primer libro de su sello editorial. En estos tres años con varias presentaciones semanales, han pasado por allí todos los editores que se dedican a la cosa, y la mayoría de los escritores. Con todos han establecido relaciones y, desde esa posición de ventaja, estaba cantado —pero había que atreverse— que algún día dieran el salto a la edición
El esfuerzo, y los resultados merecen que se hable de esta Colección. El libro, como objeto, es un lujo: diseño exquisito (y ya con una marca de la casa, cortar en los títulos la primera letra o número), tipografía atractiva y fácil de leer, ¡tiene índice! (un respeto al lector que han perdido la mayoría de los editores); y todas las páginas blancas de cortesía necesarias (con las extremas a color: el mismo que usaba para ese fin la desaparecida La fontana literaria).
Por la parte menos positiva, que ya le comenté al director de la Colección, José Luis Pereira, es de “lomo delgado” (muy delgado), por lo que aparte de la sensación de opúsculo, tenderá a perderse en las estanterías de las librerías (y, lo que es peor, en las estanterías de los compradores). Además, aparece in media res, sin una pequeña introducción de por qué y, sobre todo, cómo (aunque en la página de Créditos, arriba, incluye los nombres de los que han seleccionado los 3 cuentos que contiene). Tiene su lógica que Tres Rosas Amarillas saque libros con “tres” relatos. Pero puesto que esto es un “segundo esfuerzo”, también podrían ser dos veces tres (6) o, poniéndonos en escalas geométricas, tres veces tres: sí, apuesto por los 9 relatos.
Y ahora a los tres cuentos, de Eduardo Cano, Javier Pascual Echalecu y Javier Sagarna. Los tres, cada uno de un estilo, son perfectos. Cualquiera de esos relatos, lo lees en una revista y te quedas diciendo ¡Sí señor!, a este tipo le voy a seguir. Pero que me perdonen los otros dos (lo que es innecesario dadas las nulas posibilidades de que lean esto), pero hay uno que me ha cortado la respiración: Eduardo Cano. De él quiero buscar inmediatamente lo que tenga, porque me ha parecido una bestezuela de la escritura. Además, tiene algo que pocos de los que escriben tienen: un lenguaje que es un detonador, con cambios de ritmo, tema, tono que te hacen pensar en Messi regateando a 6 defensas (y, a veces, hasta marcando un gol).
En un cuento de 20 páginas, de las de un libro de bolsillo, no puedo hacer lo que suelo, de poner extractos, porque echaría a perder todas las “sorpresas” que Cano nos arroja a los ojos cuando más tranquilo estábamos. Solo dos: el primero después de dos páginas descripción de un clasiscismo perfecto:
«No creía que “la-esencia-de-la-vida-es-un-lindo-conejito”, claro que no, ni mucho menos. Su condición de panoli tras el conejo, su chifladura de parar allí el coche, en ese punto kilométrico del mapa, pareció evaporarse en medio del peligro.»
Y uno, o sea yo, que estaba repantingado en el sillón orejero, se incorpora. Le esperan, varias incorporaciones y relajaciones. Dejadme solo esta (que nada estropea): cuando parece que todo ha acabado... pues no señor.
«Eso fue todo.
Así ocurrió. Nada más.
Fin del concejo y fin de la historia.
Pero hubo también una mirada...»
Y se lanza y nos da una página más y nos cuenta la historia de verdad, la que estaba detrás o encima de la historia anterior (que también era la historia de la verdad, en igualdad de condiciones de valor).
¿No es como para ponerse a bailas por haberlo conocido?
Eduardo Cano, Javier Pascual Echalecu, Javier Sagarna, 01 Relatos, Tres Rosas Amarillas Editorial.
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