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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

jueves, 16 de junio de 2011

día 1955. Tres libros INMENSOS sobre los pueblos USA. El segundo, “Cannery Row”, de John Steinbeck.


En 1919, Sherwood Anderson publicó Winnesburg, Ohio, sobre un pequeño pueblo, con relatos en los que se entrecruzan historias de los habitantes, que vivían como en el siglo XIX. En 1945, John Steinbeck, con la guerra terminada, publica Cannery Row, un pueblo de 1.400 almas cercano a Monterrey. En 2008, Donald Ray Pollock, después de dejar el Instituto para trabajar en una planta cárnica, y otros 32 años en una fábrica de papel en una hondonada llamada Knockemstiff (“déjalo tieso”), se graduó en la Universidad Estatal y, con cincuenta y muchos, empezó a escribir y sacó el bestseller Knockemstiff. En este ya no hay gente convencional, como en el primero, ni buena gente como en el segundo del que toca hablar hoy: son los USA que a todos nos dan miedo.

Pero hoy toca el libro de Steinbeck, aconsejado por Molinos (de momento, tres consejos y tres aciertos, un pleno. Steinbeck, en estos libros, fluye mansamente de un brazo de agua salido del río Walt Whitman. Un río en el que se cree en el valor de los hombres y la mujeres valientes y honrados, sin necesidad de que “honrados” tenga nada que ver con la “honestidad” farisaica que proclaman las convencionales buenas gentes de las iglesias americanas. Este libro nos habla de corazón a corazón (que sea de hombre o de mujer, no importa). Está construido a partir de relatos centrados en un personaje, que sale en múltiples relatos de otros personajes, porque en un pueblo todos están relacionados. Y nos habla de la “santidad” del que la buena gente llama “hijo de puta”. Esto lo he leído tantas veces en la Beat Generation que, aunque en juegos tontos con mis amigos yakuzas he perdido ya dos dedos de la mano izquierda, me juego los tres que me faltan a que Kerouac y sus amigos leyeron Cannery Row 10 veces antes de escribir una sola línea de su obra.

Tengo todo el libro subrayado, así que solo pondré el capítulo segundo entero, que es como un poema donde revela sus intenciones. Cuánta diversión, humanidad, horror de la vida y recuperación de la alegría se ofrece a partir de este capítulo que he copado entero. No me importaría nada pasarme la noche copiando subrayados y más subrayados. Pero espero que más de uno de los que lean esto, leerán el libro, y no quiero privarle del placer de hacerlo virginalmente. El de Andersen, lo leí en su momento, prestado, así que lo he comprado para subrayar a gusto. El de Ray Pollock, lo tengo casi terminado. Pero pondré muchos libros por en medio, estas tres joyas no deben disfrutarse simultáneamente

Una última cosa: este libro tiene un prólogo: todo el mundo sabe que prólogos y prefacios se leen, si es caso, tras haber terminado el libro.


«La palabra es un símbolo y una delicia que absorbe  a hombres y paisajes, árboles plantas, fábricas y pekineses. Luego la Cosa se convierte en la Palabra y luego de nuevo en la Cosa, pero transformada en una urdimbre fantástica. La Palabra absorbe Cannery Row, lo digiere y lo vomita, y la barriada ha adquirido el brillo de las praderas verdes y los mares que reflejan el cielo. Lee Chong es más que un tendero chino. Debe serlo. Quizá lo equilibra el mal y lo sostiene el bien: un planeta asiático al que mantiene en órbita la atracción de Lao Tsé y al que arranca de Lao Tsé la fuerza centrífuga del ábaco y la caja registradora. Lee Chong suspendido, girando, dando vueltas entre alimentos y fantasmas. Un hombre duro con una lata de judías... Un hombre suave con los huesos de su abuelo. Porque Lee Chong cavó en la tierra del cementerio chino y encontró los huesos amarillos, la calavera con restos de pelo gris adheridos a ella. Y Lee empaquetó cuidadosamente los huesos, los fémures y las rectas tibias, poniendo la calavera en el medio, con la pelvis y la clavícula alrededor y las costillas curvándose hacia un lado. Luego Lee Chong envió a su quebradizo y empaquetado abuelo a través del Océano Pacífico para que yaciera finalmente en tierra bendecida por sus antepasados.
Mack y los muchachos también giran en sus órbitas. Son las Virtudes, las Gracias, las Bellezas de la descascarillada locura vertiginosa de Monterrey y del Monterrey cósmico, donde los hombres asustados y hambrientos destrozan sus estómagos en la lucha por asegurarse algo de comida, donde los hombres hambrientos de amor destrozan todo lo que hay de amable en ellos mismos. Mack y los muchachos son las Bellezas, las Virtudes, las Gracias. En el mundo gobernado por tigres ulcerados, surcados por toros constreñidos, hostigados por chacales griegos, Mack y los muchachos cenan gentilmente con los tigres, acarician a los frenéticos terneros, recogen migas para alimentar a las gaviotas de Cannery Row. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero para poseerlo con una úlcera de estómago, la próstata enferma y gafas? Mack y los muchachos eluden la trampa, rodean el veneno, pasan sobre el lazo, mientras una generación de hombres entrampados, envenenados y atados les gritan y les llaman inútiles, perdedores, borrones de la sociedad, ladrones, granujas, holgazanes. Nuestro Padre que está en la naturaleza, que ha concedido el don de la supervivencia al coyote, a la rata parda común, al gorrión, a la mosca y a la polilla, ha de sentir un amor grande e ilimitado por los inútiles y por los borrones de la sociedad y por los holgazanes y por Mack y los muchachos. Virtudes y gracias y pereza y deleite. Nuestro Padre que está en la naturaleza.»

 John Steinbeck, Cannery Row; traducción de José Luis Piquero. Col. Reencuentros de la editorial Navona

7 comentarios:

  1. Jack Kerouac...que recuerdos me han venido a la cabeza...la beat generation...En el camino... Un libro que lei con 17 años y que me impresionó muchísimo... Más tarde se lo aconseje a Hermes, pero a éste le dejó indiferente... supongo que también influyen las edades en las que lees una novela y la experiencia vital que tienes.
    Apunto Cannery Row en mi lista....Gracias Nán.
    Un besi

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  2. Ya iré hablando de los otros dos, pero con los tres no se necesita más para entender la América (o sea, USA) rural. Un abrazo, PORTOROSA.

    Fíjate, NO, que ese libro significó tanto para mí (no solo por el libro, sino porque fue desplegándose y enseñándome a otros autores, que me enseñaban a otros), que posiblemente es el único que me da miedo releer. No quiero que nada enturbie esa sensación que me dejó de que la vida merece la pena.

    Gracias, JOSÉ LUIS, esta vez te aseguro que no te arrepentirás de seguir mi recomendación. Eso sí, empezando por este o por el de Andersen y dejando el de Ray Pollock para el final: es ya la violencia sin sentido de hoy.

    Un gran abrazo a los tres

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  3. El libro auto-regalado de este verano ha sido el de Sherwood Anderson, NáN. Lo pedí y lo compré en una librería de Viveiro; fíjate tú.

    Un abrazo.

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  4. Con retraso (realmente, a cierta edad ya ves que no te dará tiempo de todo), comienzo Cannery Row. Veo que soy un hombre de palabra, quién me lo iba a decir. También miro, y remiro, a Walker Evans, y a Robert Frank.

    Un abrazo

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    1. He terminado Cannery Row hace unos días. Me ha gustado mucho, creo que por la precisión con la que está escrito, porque trata temas en apariencia sin demasiada importancia aunque realmente son los temas cotidianos de cada uno; porque esos pueblos me pillan muy lejos, aunque los temas son universales, porque los personajes son cercanos aunque su vida se desarrolle muy lejos de la mía, en fin, que me ha gustado, aunque me contradiga yo mismo. No hace falta que te diga que hay unos fotógrafos que también han leído este libro, juraría yo.

      Un abrazo

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