Vaya esto por delante: Aroa es mi amiga. Sirva esto de contrapeso: me hice amigo de ella virtualmente, porque me gustaba lo que escribía, y después, fuimos ya amigos y vecinos.
Es decir, no tenía ninguna necesidad de escribir sobre este, su primer libro, de 2009. Seguro que en su momento escribiría algo como amigo y como lector bastante apasionado de sus poemas. La traigo aquí porque a veces recorro las estanterías y saco un libro que tengo de tiempo, a veces leído y a veces no. Me lo leí una noche y lo he vuelto a leer dos veces.
Unir poemas en un primer libro de poesía debe ser un quebradero de cabeza: llenar de cuartillas una mesa grande de una cocina pequeña, formar la imagen de un puzzle que se está todavía formando (la imagen, no el puzzle). Sin embargo, ha sabido dividirlos en cuatro partes que contienen, cada una la suficiente unidad. Creo que esa unidad procede de que tiene un cuerpo mental, aparentemente no diferenciado del físico, con muchas terminaciones nerviosas al aire. Basta tocar descuidadamente una, con un dedo, para que se dispare el dolor, o la conciencia, o la imagen: por eso tiene, desde su primer libro, su propia VOZ. El librito, como objeto, es perfecto, y habrá que dar también las gracias a su editora, la poeta Carmen Moreno (con la que supongo que para que quedara así saltarían muchas chispas y enfrentamientos: los editores y los autores no han nacido para quererse). No digan que yo lo he dicho, pero desde su blog (http://dehuida.blogspot.com/) pueden comprarlo, o leerlo o descargarlo gratis estén donde estén.
Dice Aroa en la contracubierta que “Cuando escribo un poema, cualquiera de esos que están ahí, no trato de hacer metáforas incomprensibles”. Y usted me perdonará, poeta Aroa, que le replique: a veces las sensaciones transmitidas son más fuertes precisamente porque al menos yo no entiendo una imagen suelta en un poema.
El libro, como dije, contiene cuatro partes de varios poemas cada una. El primero y el último, van en cursiva. He elegido tres para ponerlos enteros; y algunos versos de otros. Empiezo a fusilar.
Este es el primero:
«Los neurotransmisores flaquean.Las venas pulsan las articulaciones con espinas.El dolor nace.Cuando el pelo hunde su raíz en el cráneo,busca el tacto de la sangre.Las oficinas están envenenadas de desilusiones.Los señores de la guerra son hoy los que llevan carpetas bajo el brazo.En ellas no están ni tu nombreni el mío escritos. Ni esta historia de amor sin barracudas cercando.Pobres rotos diablos.Prehistoria de los sueños.No recordar.Desarmar el diario de los imposibles.(La escolar y el deseo. Libertad inconsciente.)Entramar las aceras de los vampiros.Sustraerse de todos los horarios y las flaquezas.Comerse el sol.Indigestarse de pasiones. De sábanas y líquidos.Qué hay del contrabando.Contratiempo.La gitana palmea. Lleva un pañuelo largo de trenzas del deshielo.Los señores me llaman.Me dicen, vuelve. Eres cómoda.Plácida. Tranquila.Y los niños, les digo. A ellos qué les queda.El veneno climático, la carrera y arriba, la luna en vacaciones.(Su carita palideció de pronto como una espera agotada.)Y entonces érase un cuento. Y un nudito.Y un velcro sujetando los zapatos a la calle.Ahora vuelvo a ser yo Barbie de día.Ahora eres tú, desnudo de noche.Si aprietas la boca se disuelve el mundo en una felicidad de carreterasy puertos y nubes.Pero adentro un poco más el corazón revienta.Y en la caja de herramientas de mi padre no hay clavo que desquitela desganani instrucciones que reparen lo quebrado.Ahora sí. Se asustaron.De esta gramática coja, de este vocablo pretérito, de esta semánticatuerta de optimismo. La soledad madrileña sin otra morfología queel dícese del nacido en.Y les digo qué quieren.Para la felicidad a mí me basta la vida.Déjenme matar, al menos, en palabras.»
Y dos pasajes del segundo (no teman, que luego bajo el nivel de copypaste:
«Ha vuelto al amanecer como un gato.Vuelve y restriegasu lomo tibio por mis pies. De prontohay leche por todas partes derramada y un olora piel tostada en ciudadesa las que no les queda nadade costa ni de humorni silencio para pensarse dos veces el mañana.[...]en esta nada gris de tantos añosde pétalos crujiendo y sábanascuencos de anís calienteavenay el estallido del pandilatando la leña y los suspirosdonde yo quiero vivir el resto de mi vida.En esta nada tuya sin palabras ni músicani sueños tan absurdos de niña puño en alto.»
«Las guerras son las mismas.Una casa.Tendré niños con parchesen los ojos.
Vigilaré–entre humo–su juego y su memoriatras ventanas redondas.
Espero la llegada de mis padrestan trémula y perdidacomo esperé una mantaun brazo sobre el hombroese instante en que túarriesgas todo el ordeny detienes»
Este el es final, escueto y espacioso, de “Revienta Beirut”:
«Han herido la vida desde toda la muertey no hay guerraque explique tu vacío en mi cama.»
Del poema 1 de la segunda parte, dedicado a un hombre que la siguió, aunque supongo que muchos hombres se acobardarían de mirar las cosas frente a frente:
«Yo sólo mido en culpas.Ni me importa qué tengo.Este ansia absolutade destrozar las normas.No pienso, luego vivo:sobresaliente en pérdidas.¿Me sigues?O ¿te quedas?»
Y como esto se alarga (y es fácil para todos leerlo entero), me desdigo de lo dicho y pongo para terminar, entero, uno poema de su otra corriente: la que tiene menos imágenes y más cotidianeidad. La que es un afluente de un afluente de un afluente que hizo brotar Walt Whitman. Es el primero de la cuarta parte, titulada “Lápices nuevos”:
INSTRUCCIONES DE LUNES FRÍO.«Sírvase una copa de vino dulce.Deje caer el bolso sobre el suelo.Deje que todo caigalo que la lluvia de noviembre recogióde sus hombros. No es fácille adviertosi recuerdaque tan sólo ha terminado una jornada:el trabajo.No recuerde los restosde la cena de ayer abandonadosla mermelada rojadonde anida una hormiga.Olvídese del mundo.Del hombre que doblado le estiró del abrigo.De la mujer que cuenta cómo perdió una casa.Y abra la botella.Elija un rincón donde haya poca luz.No se moleste en espantar las sombras.Alguna melodía,sonidos de gramófono antiguo.Tal vez un fado, Gardel, una canción francesa.Por supuesto, no escuche la letra.Ni atienda a melodías. Su cerebroestá blanco.Olvide las denuncias, las mentiras, las reuniones, la falsasonrisa de cristal de despacho.Cierre los ojos. Le dije, no era fácil.Permanezca inmóvil.Cuando la noche le devuelva el aliento,llene la bañera.Mucha espuma. Nocoja ningún libro. Tal vezun cigarrillo pero sólosi no va a preocuparse de cenizasde humedades.Sumerja la cabeza.Escuche la oquedad de los vecinos deabajola niña patalea en ruido sordo.Mantenga la cabeza sumergida. Dejeque emerja a flotar alguna partedel cuerpoque roce los vapores.Y cuando salga, el agua caerá como riachuelospierna abajo, sientalas cosquillas del agua.Cene algún fruto.»
Transmite sensaciones puras y duras, es genial.
ResponderEliminarAdmiro a todos los poetas...me parecen francamente... artistas. Versos emergidos sin más, de la más personal inspiración.
Magia.
Me ha encantado Instrucciones de lunes frío.
Gracias No. Gracias, Lotronan, por provocar esta nostalgia de aquellas páginas.
ResponderEliminarQué bien. Qué suerte, ella y nosotros.
ResponderEliminarLa nostalgia de aquellas espero que sea el acicate de las nuevas. Me alegro, NO, de habértela dado a conocer. Y tú, PORTOROSA, usas adecuadamente el "nosotros".
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