“F” es Gabriel Ferrater, por supuesto, cuyo nombre hemos visto en montones de artículos de revistas, y libros más o menos biográficos, acompañando a la generación catalana de los 50. Además, poeta catalán laureado, pero difícil de encontrar (ya me he puesto en marcha y digo, aunque no prometo, que antes de octubre habrá aquí una entrada sobre su poesía.
Pero fuera de esas menciones, de papel secundario de lujo, es poco lo que se sabe de él. La visita a Wikipedia es desoladora. Como si buscáramos “mariposa” y solo dijera “Insecto con colores”.
Y sin embargo, hay una conciencia clara de que él, con su poesía, y su hermano Joan, con su poesía y sus estudios, renovaron la poesía catalana. Para que todo sea más complicado, el hermano no se llama Ferrater, sino Ferraté, que es el apellido auténtico de la familia, y que Gabriel no dudó en españolizar buscando ventajas en la posguerra. De Joan Ferraté si he leído un libro espléndido: toda la correspondencia que sostuvo con Gil de Biedma desde la universidad de Edmonton, Canadá, donde trabajaba como profesor. Y de ese libro, además de algunas anécdotas y pensamientos deliciosos, Ferraté era de difícil trato.
Pues imaginemos, porque es verdad, que si Ferraté era de difícil trato, Ferrater podía ser un gran seductor o una enorme pesadilla. Voy a poner algunos párrafos subrayados (antecedidos del contexto si es posible), para conocer algunos aspectos de Gabriel, junto con la escritura fantástica del fantástico escritor que es Justo Navarro. Espero que den una idea de lo que es este libro, de quién era Gabriel y de la necesidad de leer más a Justo N. No hay peligro de spoiler: lo que se cuenta es una vida que terminó; no hay ficciones ni suspense.
El libro está dividido en tres partes y totaliza 37 capítulos. Y el libro es sobre un personaje que debía ser mucho mejor conocido, como personaje y como, poeta está escrito por Justo Navarro, que es un grandísimo escritor; esto no se debe olvidar, pues ya pone él una advertencia en la página opuesta a la de créditos: «Todos los personajes y lugares, reales o ficticios, sólo aparecen como personajes y lugares imaginarios».
Primer párrafo del libro:
«Hubo una vez un hombre que a los treinta y cinco años prometió no vivir más de cincuenta. Se llamaba Gabriel Ferrater. Estaba con un amigo en un café de la plaza Prim de Reus, bebían ginebra en la terraza, el cielo era claro y volaban vencejos, un taxista esperaba para llevar al amigo a la estación de donde saldría el coche cama hacia Madrid. Entonces Ferrater dijo que iba a matarse antes de cumplir cincuenta años. Ferrater fue, además de políglota, un hombre alegre que disfrutaba dando alegría a quienes lo rodeaban, y se alegraba mucho más cuando percibía que había alegrado o asombrado a quien lo estaba oyendo. El asombro produce una especie de ensanchamiento de la realidad, como si la habitación o la plaza donde estamos se ampliara o se iluminara: como cuando deseamos que nos llenen la copa y nos llenan la copa.»
Ferrater con 23 años y la madurez, y una mención de su padre, sin decir todavía que dilapidó la fortuna en negocios lunáticos (a diferencia de sus hermanos).
«Cuando tenía veintitrés años Ferrater estaba convencido de que ser maduro es ser tramposo, entre hombres que dominan el juego de la vida práctica. La inocencia era algo que quizás se recuperaba entre mujeres jóvenes y Ferrater fue siempre amigo de las mujeres jóvenes. Al mundo de los negocios pertenecía su padres, Ricard Ferraté, abogado y vinatero de desahogada fortuna,»
Cuando la guerra estaba casi perdida la familia Ferraté huyó a Burdeos en una avioneta.
«Pero el joven Ferrater, el primogénito, no quiso huir a Burdeos. La vida había sido feliz: no lo mandaron a la escuela hasta los nueve años y, cuando la escuela empezaba a ser una insistente desgracia, estalló una guerra que lo convirtió en traficante entre la soldadesca y las putas de Reus, niño putañero, ladrón de bicicletas, proscrito, testigo de robos, motines, bombardeos y asesinatos, así como del incendio de la escuela desdichada y de la inmensa capacidad que tenían los padres para la cobardía y el ridículo. (Decidió cambiar de nombre: se llamaría Ferrater, en lugar de Ferraté, como si no se responsabilizara de las obras de la estirpe Ferraté y volviera a una edad más pura en la que la R final todavía no había caído roída por los años y la gente. Ferrater aguantó en Barcelona: quería agotar las últimas posibilidades de felicidad. Estaban llamando a filas a los niños de su edad, dieciséis años, para la batalla definitiva en el Ebro.»
Tuvo que hacer una larga mili como soldado raso, pero las barricas de vino familiares compraron voluntades y terminó pernoctando en un hotel. Intentó que le compraran su licenciamiento:
«Le encomendaron misiones burocráticas para salvarlo de las cocinas, y guardó el polvorín mientras la tropa batía las montañas en persecución del maquis. Dormía solo en un despacho y se quejaba de la irresponsabilidad típica militar y la bestialidad feroz del teniente coronel. [...] Pero Ferrater subestimó la ineficiencia militar y adulta, efectiva incluso en los campos de la corrupción y el soborno, y no salió del Batallón de Montaña número 18 de Barbastro. “El aburrimiento es soportable, el frío y el calor no son soportables, la disciplina es eludible, la angustia es ineludible; éste es el boletín meteorológico de mi vida”, dijo entonces.»
Terminada la mili:
«Lo licenciaron, leía, bebía, fumaba, iba de putas y trabajaba en el comercio, póquer en el que la astucia es el más señalado signo de sensatez. Era contable en los negocios familiares y no se pe pedía ninguna habilidad especial, ni siquiera astucia.[...]Ahora eres libre, o estás solo (la soledad es una especie de libertad estrecha, opresiva), incluso se te han ido las palabras, el lenguaje ha seguido evolucionando sin ti, no tienes palabras o tus palabras son disparatadas, de otro sitio o de cinco años antes.»
El padre:
«Su padre, Ricard, inútilmente hábil con las máquinas, los motores, coches y motocicletas, aplicaba todo su sentido práctico a un invento que lo salvaría de la hecatombe económica antes de liquidar absolutamente el patrimonio de la familia: una máquina de destilación al vacío y depuración de mostos. Ricard Ferraté se preparaba para el fracaso y una buena muerte fulminante y voluntaria, a pistola.»
Ferrater malvive en el piso de su madre, arruinada y viuda, traduciendo por 4 perras para el editor Lara. Presentación de Salinas:
«Entonces Ferrater traducía a Dashiell Hammet bajo la vigilancia de la madre disciplinal. El editor Lara le pagaba ocho pesetas por página, y Ferrater ponía el reloj al lado de la máquina de escribir y no le duraba una página más de veinte minutos. El piso materno era oprimente como el reloj junto a la máquina de escribir y la página de Dashiell Hammett que no debía durar más de veinte minutos (un acuchillamiento y dos puñetazos, tres muertos en dieciséis minutos). Ferrater se asfixiaba en el piso materno, le confesó a Salinas la opresión del piso materno (Salinas, según Barral, merecía la confianza de todas las secretarias de la empresa, y la confianza de Barral y de todo el mundo. Todos se confesaban con Salinas, lloraban, pedían que Salinas fuera su espejo y que les devolviera una imagen mejor de sí mismos al final de la operación mágica, y por fin todos se veían mejor, incluso Salinas: ojos limpios, lavados por las lágrimas). Salinas invitó a Ferrater a trabajar en una habitación que daba al jardín. Ferrater traducía y tecleaba y Salinas decía: Yo he visto a los reyes de la poesía universal, Eliot, Frost, Auden y Spender en el campus de la Johns Hopkins University. Y luego llegaban los amigos y la noche era una intriga de embajada:»
Su primer amor por Isabel Rocha, que eligió a Salinas, sin que este la eligiera a ella:
«También Isabel Rocha lo encontró [a Salinas], se enamoró de él; el presentimiento o la impaciencia de la hora nupcial pasó en aquellos días por el Bar Boliche, Salinas encantó el corazón de Rocha, y Rocha se hizo daño y lloró, y se acercó a consolarla Ferrater: el ser lamentable que las hadas dejan en sustitución del maravilloso niño robado del palacio del rey. [...] Había elegido el amor con los ojos de otro, aunque ni siquiera se había enamorado de la novia de su extraordinario amigo extranjero (tampoco era extranjero su amigo, pero era más que eso: un príncipe apátrida), su doble, podría decirse, pero mejorado, reposado no infectado por el arrebato que muchas veces traspasaba a Ferrater y lo exaltaba o lo anulaba en un instante: [...] , antes de encogerse dentro de sí mismo y desaparecer, como desapareció cuando lo despreció Rocha, a buscar en su limbo de lenguas, como dijo Salinas, las palabras para nombrar el amor despreciado.»
Ferrater, que con su hermano renovará la poesía catalana, se da cuenta de que la que existe no le vale, que ni siquiera el mayor poeta de su tiempo, su maestro y amigo Riba, «podía hablar de celos, de instinto de posesión total, de locura: al catalán decía Ferrater le faltan términos de descripción moral, no tiene la tradición novelística del francés o el inglés».
«pero por falta de tradición los poetas catalanes no tenían palabras para hablar de celos o instinto posesivo, y les costaba contar su vida al público. Y lo que nos interesa, decía Ferrater, es la vida de las mujeres y los hombres. Él quería decir cómo había llegado a tan mal sitio, el piso de su madre, sin Rocha, queriendo a Rocha y queriendo el amor que Rocha descargaba en Salinas, necesitando ser querido por Rocha y por Salinas.»
Y si puse el primer párrafo de la primera parte, pongo entero el último: el de su ambición literaria:
«En agosto de 1957 Ferrater estaba encerrado en el piso de su madre, solo, bebiendo gin Giró y leyendo a Shakespeare, dos estimulantes para escribir. Quería escribir por lo que se suele querer escribir, según Ferrater: por ganas de fastidiar o de interesar a alguien. Había tomado la decisión de ser mejor que los colegas. Quería ser Shakespeare, es decir, quería conquistar a la hija del médico de moda. La ambición es fundamental en este oficio, sentenció Ferrater. Cuando a Scott Fitzgerald un crítico amigo, Edmund Wilson, le achacó que su primera novela no solo era mala, sino que además había reunido una espléndida colección de faltas de ortografía, Fitzgerald contestó que Flaubert tampoco era ortográficamente perfecto. Esto es lo importante, dijo Ferrater: compararse con Flaubert o, más aún, con Shakespeare.»
La verdad es que escribe fantástico Justo Navarro; me he quedado un poco impactada con el prólogo (sobretodo) y la traducción de El cuaderno Rojo de Auster.
ResponderEliminarEs una narración que engancha...que te mantiene despierto...dinámico, inteligente.
Besis
JN es uno de esos escritores que se ocultan en una cómoda segunda fila, para no tener que ir pavoneándose ni participar en los juegos de salón.
ResponderEliminarAcabo de descubrir que, al copiar y pegar, me faltaron unas palabras del final. Ahora lo arreglo.
Veo que leíste "El cuaderno". Creo que es de lo más atractivo que hay con respecto a las casualidades.
Besos
vaya!!
ResponderEliminargracias por este post; me ha resultado de lo más interesante y a la vez, diferente a lo publicado por ahí. Sin duda el libro de J. Navarro debe merecer la pena.
un saludo