Lo he leído y ha pasado algo, un suceso. Pero no lo puedo describir, porque no sé cómo pensarlo. Compartes con el narrador, un miembro de un grupo de huérfanos educados, ¿adiestrados?, para un objetivo vital, que van conjeturando poco a poco. Le acompañas en esa vida de estudios, de orfanato en orfanato, de aula en aula, de tren en tren, de monasterio en monasterio. Cada vez de un grado más avanzado. Pero como el narrador, no sabes nada. Sigues y persigues, como él, esta aventura intelectual, o espiritual. En un momento avanzado del viaje, comparten universidad con alumnos con apellidos, no huérfanos. Es la única indicación de que hay otro mundo, porque el de los huérfanos, el de la búsqueda o cometido, es terriblemente primario. A la mitad de libro aparece un mapa marcado todo con la nieve constante: solo unos puntos para señalizar los monasterios y los orfanatos, o el tren que los encadena. Un mapa sin escala ni referencia posicional.
A pesar de todo, seguí la aventura, esta autointerrogación constante, esta construcción hecha solo con un lenguaje absolutamente preciso, pero sin referencias a una realidad. Un lenguaje como el de los dos extractos siguientes, que te interpela, te acaricia y te retiene:
... Cantan y rezan. El canto recupera otra clase de respiración: una respiración anterior al aire, una especie de protorrespiración manchada de negro.¿Lo han pintado de negro porque el laberinto ha perdido su antiguo significado o porque necesitan aplacar su poder interrogador? ¿Es el círculo negro un estadio superior del círculo negro que se abre en la nieve? ¿Es este círculo negro padre del círculo negro de nuestras celdas? ¿Es este círculo negro hijo del círculo negro que se abre en la nieve? ¿Cuántos círculos negros hay? (¿Cuántas calderas? ¿Cuántos fosos? ¿Cuántos agujeros?)Nadie responde a estas preguntas que, en realidad, no llegan a formularse. Y no llegan a formularse porque se intuyen las respuestas químicas. [p. 31-2]
La espera del quinto orfanato era mucho más intensa que la del cuarto orfanato. El huérfano había crecido en conocimientos y en orfandad. El huérfano estaba cada vez más lejos de su origen de huérfano, y esa fuerza con la que el tiempo le empujaba lejos de su huevo —no fecundado, no incubado por padres—, era la misma con la que el futuro parecía repelerle. La fuerza, como la luz, parecía invertirse también, con el día y la noche de su realidad. [p. 77]
Menchu Gutiérrez, Viaje de estudios; Editorial Siruela, 1995
Hola Nán: Me gusta mucho tu diario de lecturas. Es algo muy peculiar y sugerente por su brevedad y fragmentación... Yo di clase dos años en un orfanato de Madrid. Se llamaba El Sagrado Corazón y estába, creo recordad en Claudio Coello 100. En plena "zona nacional". Pero era el año 69 0 70. En esos años, todo era zona nacional, creo yo...
ResponderEliminarTe escribía porque me gustaron mucho las entradas sobre Cheever. Da la casualidad de que estos días he leido un libro -de tantos que tengo pendientes-, Fall River. Pero son los cuento de iniciación. Algunos magistrales por cierto. El que tú comentas, La geometría del amor, son cuentos de su madurez?... Qué desastre más grande la traducción o los títulos que le ponen a sus libros de cuentos ¿no crees? Después he visto que existe: Relatos I y II, pero él nunca escribió nada que se llamase así, me parece...
Gracias por el aprecio, Juan, que es equivalente al que tengo yo por tu Máquina de coser palabras.
ResponderEliminarLa geometría del amor es, traducido literalmente, el título de un relato, que da nombre a la antología y selección hecha por Fresán a petición de "emecé". Decía en la introducción que pretendió poner, sobre todo, los diversos "modelos" de cuentos de cheever, eligiendo dentro de cada modelo los que le gustaban más y/o eran más importantes para reconocer esos "tipos" de relatos.
En la edición de Fresán, los copyright van de 1946 a 1978, por lo que cubren prácticamente todo su vida de escritor.
Cheever publicaba sus cuentos en revistas y, en un modelo que con Internet ya no será posible, cobraba con ello lo suficiente para vivir. Como adición, cuando ya tenía un buen tomo de relatos, los iba editando con un nombre, que a veces era el de uno de los cuentos.
Te copio de la Wiki los títulos oficiales de los libros de relatos que publicó como tales en vida. Libros originales (aunque de uno en uno, ya se hubieran publicado en revistas).
Por el último, The Stories of John Cheever, de 1978, recibió el Pulitzer. Se supone que son sus cuentos completos, pero no sería de extrañar que siguieran apareciendo. En 2010 apareció uno llamado "Uncollected Stories", con relatos que había que sumar a los anteriores.
Un abrazo, compañero
Me lo paso bien leyendo y lejos del mundanal ruido de tu otro blog.
ResponderEliminarBesos
Este es un lugar de trabajo y mucho silencio, AQUÍ, me alegro de que lo disfrutes.
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