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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

jueves, 3 de febrero de 2011

día 1993. Con La Isla de la Última Verdad, Flavia Company sube al peldaño de los grandes escritores

Todo gran escritor aborda en algún momento encararse con un mito y hacerlo a cara de perro, con valentía: una lucha cruenta para traerlo a su propia época. No lo puede hacer cualquiera, sin una preparación minuciosa, que supongo agotadora en la entrega; pero los que pasan a ese nivel lo consiguen (también hay quienes se rompen el pescuezo en el intento y, disminuidos ante sí mismos, abandonan o quedan para siempre bañándose en las tranquilas aguas de la literaturización.

Flavia Company, escritora y navegante, ha tardado creo que 21 libros en atreverse. Y ha ganado. ¿Es posible hoy mirar a la cara de la gran literatura en inglés de finales del XVIII y del XIX? Una literatura con la que el lector se mide a sí mismo, porque plantea la alta moral y la alta inmoralidad, que nos mete en una historia por la que avanzamos perdiendo el resuello hasta un final que trastoca la historia, y a nosotros. Flavia, lo ha conseguido.

Posiblemente por eso, como decía en su blog por Sant Jordi cuando salió la versión catalana, ella, que había sido vendida en las esquinas oscuras, como una droga rara, se vio en todas las librerías, convertida en aspirina. Han salido ya traducciones a varios idiomas, o están en preparación. Y en enero, como había prometido, Lumen sacó la versión española, que por supuesto ha hecho ella misma (y por lo visto, en favor de la autenticidad, no coincide palabra por palabra con la catalana).

Me resultó gracioso el “Prefacio”, esa parte que no faltaba en aquellas novelas, en la que un narrador, narradora aquí, explica cómo ha llegado a conocer esa historia. Y sabía que tenía “Epílogo”, respetando las formalidades. Pero desde que terminé el Prefacio, ya no he tenido tiempo para que nada me hiciera gracia: me he metido en la novela en cuerpo, mente y alma.

Es una historia de Mattew Prendel náufrago, que encuentra que el islote está habitado por otro, Nelson Sousa, no por un nativo al que bautizar como Viernes, con su principio y su final, y nada peor en estos casos que un spoiler. Así que pongo unos extractos referidos al carácter y la vida, esas reflexiones habituales en aquellas novelas que permitían que al terminar la historia uno pensara que había crecido.

*****

Pero en la navegación, como en la vida, hay que cambiar de rumbo antes de topar con el obstáculo. Si se espera demasiado, se choca.

[...]

Discutieron unos minutos ante el silencio impertérrito de Prendel. Es fácil que la gente no se ponga de acuerdo cuando se trata de morir. Tampoco cuando se trata de vivir. Es fácil que la gente no se ponga de acuerdo.

[...]

Está navegando sin embarcación. Esto es lo que va a matarlo. Aunque esté perdido, no se ha perdido. Es un buen navegante. Frank y Katy lo sabían, y por eso se habían embarcado con él. Habían confiado demasiado en su pericia. O quizá no calculaban que la mar tarde o temprano te mata: la única diferencia es que, si eres buen navegante, sabes dónde estás en el momento de morir.
Matthew se recrimina haber pensado que las cosas les pasan siempre a otros. Todo el mundo quiere elegir. Que no me toque la marginación, que no me toque el fracaso, ni la ruina, ni la enfermedad ni los piratas, Que no me toque el dolor, el hambre, el desamor. Pero a alguien le tiene que tocas.

[...]

Pero ha sido siempre su estilo, sentirse culpable, sufrir, exigirse. Quizá por eso le había ido tan bien navegar en solitario, para llegar a entender la fina pero capital diferencia entre culpa y responsabilidad. Uno no tiene la culpa de que se rompa una driza en el momento menos oportuno, pero es responsable de no haberla cambiado a tiempo. Uno no es culpable de no haber reducido trapo cuando tocaba, pero es responsable de no haber hecho caso del dicho: la primera vez que pienses que debes reducir trapo es el momento de hacerlo; después, ya no podrás. En tierra, en cambio, las miradas de los otros devuelven una imagen pasada por un juicio, un juicio que muchas veces implica culpabilidad.

Flavia Company, La Isla de la última verdad. Lumen

1 comentario:

  1. Me encuentro muy perdida contigo
    Es aquí donde me has visto?
    ¿ De donde sacas el tiempo hijopordios?

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