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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

martes, 1 de marzo de 2011

día 1981. “The Corrections”, de Jonathan Franzen, y el “Diario de una traducción”, de Ramón Buenaventura. (III)


El Diario

Nota: en la parte de la novela, iré refiriéndome a secciones y subsecciones, contando a veces un resumen de la trama. Es una manera de acompañar el Diario y cuando este termine todos los tonos de la novela estarán bien explicitados sin referirme a su totalidad. Yo no lo consideraría un “spoiler”; pero al que no le gusten esas cosas, mejor que lea solo los extractos y no lo que yo escribo.

En los capítulos 4-7, Buenaventura traza una lista de las herramientas y materiales (incluso el hardware y el software, que no transcribo). Me parece una lista interesante, porque da la medida de cómo esta profesión se basa en la capacidad y facilidad de búsqueda. También la prioridad de internet sobre los libros de referencia en papel. En mi caso, escribo ahora teniendo delante una librería de dos metros ocupada de arriba abajo por esos “libros de referencia”, y otra igual a mi espalda. Hace años que no los he utilizado; aunque me sigo negando a la sugerencia “sensata” de que me libre de ellos.

Capítulo IV del Diario

Una vez puesto en marcha el proceso de absorción del texto ajeno, para en seguida identificarnos con él hasta el punto de ser capaces de escribirlo en otra lengua, gran parte de lo que ocurre es inconsciente o intuitivo, pero otra parte es puro trabajo, metódico y rutinario. [...] con los diccionarios a mano, con el acceso a internet en guardia permanente. En seguida me di cuenta de que The Corrections iba a obligarme a efectuar cientos de consultas, porque era un libro exótico, un libro en que se nos describe una sociedad norteamericana que apenas concebimos en Europa [...]. Rogué, pues, de la editorial un privilegio que recomiendo a todos los traductores: que me consiguieran el texto inglés en archivo informático. Teniéndolo abierto, me bastaba con cortar y pegar para pasar las consultas a los buscadores o las palabras a los diccionarios virtuales.
Capítulo V del Diario

Hablábamos de la bendición práctica que supone para el traductor el hecho de que la editorial le facilite en archivo informático el texto a traducir. Mencionábamos la mayor o menor automatización de las consultas —dependiendo del software con que trabaje cada cual—. Añadiremos ahora lo más importante, al menos para mí: la posibilidad de localizar en unos segundos cualquier fragmento del original. Todo traductor tropieza, tarde o temprano, con una palabra o una frase que ya ha traducido antes, en el mismo texto, y que ahora debe traducir igual.
Se trata, en suma, de un favor que las editoriales deberían hacernos a los traductores siempre que nos enfrentaran a un texto lo suficientemente importante como para justificar el gasto adicional (que tampoco es de miles de dólares, no exageremos). Lo cierto es que los traductores, en los últimos veinte años, hemos ahorrado muchísimo dinero a las editoriales, porque les servimos el texto ya picado. [...] No estaría de más que nos devolvieran parte del favor facilitándonos el trabajo con elementos adicionales como el que aquí nos ocupa.
Capítulo VI del Diario

Lo anterior me invita a abrir otra disquisición, no del todo inútil (esperemos). Conviene que ustedes sepan —para mejor comprensión de lo que luego vendrá— con qué herramientas me enfrenté a The Corrections:
·                    Diccionarios:
o                   The Compact Edition of the Oxford English Dictionary.
o                   Shorter Oxford English Dictionary.
o                   Diccionario Oxford Inglés-Español, Español-Inglés.
o                   Merriam Webster On Line: http://www.m-w.com/
o                   Acronym Finder: http://www.acronymfinder.com/
o                   Dictionary.com: http://dictionary.reference.com/
o                   Idiom Site: http://www.idiomsite.com/
o                   Whatis.com: http://whatis.techtarget.com/
Capítulo VII del Diario

(viene del capítulo anterior)
o                   Yourdictionary.com:
http://www.yourdictionary.com/
o                   The American Heritage Dictionary:
http://www.bartleby.com/61/
o                   La página del español:
http://www.el-castellano.com/dicciona.html (importantísima para la localización de glosarios especializados).
o                   Eurodicautom: http://europa.eu.int/eurodicautom/
o                   One Look Dictionary Search: http://public.onelook.com/
o                   Todo trenes. Diccionario:
http://www.todotrenes.com/Diccionario/verFicha
Diccionario.asp
(imprescindible en The Corrections, cuyo personaje principal es un técnico de ferrocarriles en pleno padecimiento de su jubilación).
o                   Diez o quince diccionarios especializados más, todos ellos virtuales: cocina, golf, financiero, médico, marinero, musical... El original cubre una gama de intereses y conocimientos verdaderamente amplia y bien investigada por el autor.
·                    Y, por supuesto, los buscadores, entre los cuales destaca ahora, por su fiabilidad, rapidez y eficacia, el que todos sabemos, es decir Google (http://www.google.com/).
Conviene añadir que, en mi experiencia, el material en línea hace hoy en día casi completamente prescindible todo el aparato de referencia que uno ha ido reuniendo con los años. No es cosa de presentarles a ustedes una lista, pero creo disponer de un material de consulta verdaderamente envidiable, en cuatro idiomas principales. Pero a) varios de estos textos están ya disponibles en versión virtual; b) con un poco de malicia y un mucho de experiencia, no hay casi nada que no pueda encontrarse en internet. De modo que mis libros gozan, ahora, de una muy regalada existencia de dolce far niente.

La novela

2ª sección: El fracaso (p. 23)

Primera subsección (pp. 25 47): Chip Lambert y sus padres (cómo los ve) cuando pasan por NY para hacer desde ahí un crucero; sus tres fracasos: profesional, amoroso, artístico; al final aparece su hermana Denise.

Cualquiera que los hubiera visto apartar los ojos de los neoyorquinos de pelo oscuro que los adelantaban a toda prisa, cualquier que se hubiera fijado por un momento en el sombrero de fieltro de Alfred ... o en los pantalones de lana amarilla que cubrían la cadera dislocada de Enid, se habría percatado inmediatamente de que venían del Medio Oeste y de que estaban intimidados. Para Chip Lambert, que los esperaba al otro lado de los controles de seguridad, eran, sin embargo, un par de asesinos. [p. 25]
... Fuera cual fuera el caso, a Chip le resultaba horrorosa la facilidad con que sus padres se avenían a convertirse en vectores de la publicidad comercial), antes de echarse las bolsas al hombro y asumir el peso de ver el aeropuerto de LaGuardia y la ciudad de Nueva York y su vida y su ropa y su cuerpo con los ojos decepcionados de sus padres. [pp. 26-7]

Y, dado que Chip no tenía relación alguna con el Wall Street Journal —la publicación en la que colaboraba si cobrar era el Warren Street Journal: A Monthly of the Transgresive Arts, revista mensual de las artes transgresivas; también había terminado, muy recientemente, un guión cinematográfico, y trabajado a tiempo parcial como corrector de textos legales en Bragg Knutter & Speigh, durante los casi dos años siguientes a su cese como profesor ayudante de Artefactos Textuales en el D– College de Connecticut, a resultas de una falta cometida contra una estudiante, comportamiento al que había faltado muy poco para hacerle incurrir en responsabilidad penal y que sus padres nunca llegaron a conocer, pero que había bastado para poner fin al desfile de logros de que pudiera presumir su madre, allá en St. Jude; les había dicho a sus padres que había abandonado la enseñanza para dedicarse a escribir y, más recientemente, ante el acoso de su madre para que le diera más detalles, mencionó el Warren Street Journal, nombre que su madre oyó mal y del que instantáneamente empezó a alardear delante de sus amigas [pp. 27-8]

El problema de Chip era haber perdido la confianza, atrás quedaban los días en que pudo permitirse épater les bourgeois. Dejando aparte su apartamento en Manhattan y su muy agraciada chica, Julia Vrais, ahora no poseía casi nada capaz de convencerlo de que era un hombre adulto en buen estado de funcionamiento, ningún logro que comparar con los de su hermano, Gary, que era banquero y tenía tres hijos, ni con los de su hermana, Denise, que con treinta y dos años era jefa de cocina de un restaurante de primera categoría recién inaugurado en Filadelfia. [30-1]

Pero la chica, Julia, lo abandona la mañana misma de la llegada de sus padres. Y trabaja donde le habían encargado el guión, que parece no haberle gustado.

Julia se volvió al ascensor y no contestó.
–¿Has llegado ya al final? –le preguntó Chip.
–Mira, Chip –soltó ella penosamente, tu guión empieza con una conferencia de seis folios sobre la ansiedad fálica en el teatro de la época Tudor.
Le constaba. De hecho, llevaba semanas despertándose casi todas las noches antes del alba, con el estómago revuelto y los dientes apretados, para a continuación enfrentarse con la tremebunda certeza de que un largo monólogo erudito sobre el teatro de la época Tudor no tenía sitio en el acto primero de un guión comercial. [p. 38]

De modo que ahí se quedó, sin hacer nada, mientras el semáforo se ponía verde y el taxi de Julia iba desapareciendo de su vista. La lluvia blanqueaba la acera con sus gotas de apariencia infecta. En la acera de enfrente, una mujer de piernas largas, embutidas en un par de vaqueros y luciendo unas botas negras de excelente calidad, acababa de bajarse de un taxi.
Que aquella mujer fuera su hermana pequeña, Denise –es decir, que fuera la única mujer atractiva de este planeta en la que no podía ni quería festejar los ojos, figurándose que se la tiraba–, no le pareció sino una mera injusticia más en aquella larga mañana de injusticias. [p.44]

Segunda subsección, pp.47-87: Chip sigue siendo el objetivo de la relación. Primer flashback para explicar a Chip antes del fracaso, cuando se apoyaba para el futuro en que la ineptitud de la profesora que le podía hacer sombra y en la devoción que le tenía el director del college. Su mejor alumna, Melissa, a la que no le deja avanzar en lo físico, le da un revolcón dialéctico en los últimos 15 minutos de clase del semestre (algo empieza a torcerse); deprimido se va de vacaciones a Edimburgo: soledad física, la paradoja de la soledad del hombre; resto de vacaciones, vida sana; Shakespeare y poesía renacentista son sus temas para el semestre de otoño; Melissa redobla sus esfuerzos; se acuestan; van a pasar los días de Acción de Gracias en un hotel frente al mar, pero ella le compra Mexican A: la primera pastilla le da una urgencia y paran en un motel. Pasarán ahí las vacaciones, a base de una pastillita al día (él); el último, sin pastilla, cae en desconfianza a sí mismo. Entre tanto, dos noticias inquietantes: la profesora incompetente ha escrito un libro famoso; el director que le apoyaba tiene un ataque y decide abandonar el college.

Las acusaciones de Melissa le habían llegado al alma. Nunca había comprendido en todo su alcance hasta qué punto se había tomado en serio en mandato paterno de hacer algo “útil” por la sociedad. Ejercer la crítica de una sociedad enferma, aunque nada se consiguiera mediante la crítica en sí, siempre le había parecido un trabajo útil. Pero si la supuesta enfermedad no era tal enfermedad, si el gran Orden Materialista de la tecnología y del apetito consumista y de la ciencia médica estaba en realidad contribuyendo a que viviesen mejor los oprimidos de antaño, si solo los varones blancos heterosexuales, como Chip, se sentían a disgusto dentro de ese Orden, entonces no quedaba ni la más abstracta utilidad que atribuir a su esfuerzo crítico. Por decirlo en las palabras de Melissa, todo era una chorrada detrás de la otra. [p. 64]

—Hasta luego —dijo, casi mirando a Chip.
Este, mientras, no sabía qué pensar, no sabía si Melissa er una persona inmensamente bien ajustada o seriamente desequilibrada. Oyó el ruido de la puerta del taxi, oyó la aceleración del motor. Se acercó a la ventana y alcanzó a vislumbra r el pelo color madera de cerezo por la ventanilla trasera de un taxi rojo y blanco. Decidió que, tras cinco años de abstinencia, había legado la hora de comprar tabaco.
... Era la mañana del Día de Acción de Gracias. Había dejado de neviscar y el sol hacía amago de asomarse. Oyó el chasquido volátil de unas alas de gaviota. La brisa tenía un tacto de plumas y era como si no alcanzase a tocar el cuelo. Chip se sentó en una barandilla gélida y fumó y halló confortación en la inquebrantable mediocridad del comercio norteamericano, en la falta de pretensiones del equipamiento viario, de metal y plástico.


Jonathan Franzen, Las correciones; traducción de Ramón Buenaventura. Biblioteca Formentor, Seix Barral, abril de 2002
Ramón Buenaventura, Diario de un traductor: I a L, publicado en la sección El trujamán del Centro Virtual Cervantes entre el 29 de enero de 2003 y el 29 de abril de 2004

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