RECOMENDACIÓN DE
LECTURA
Es un placer incluir
dos libros, este y
El niño perdido¸ como de lectura obligatoria
para todo el que tenga
una cultura “terciaria”,
algo menos que
“mediana”, de la literatura. el
sentido y el placer que
proporcionan los
convierten en “lectura
casi obligada.
Prolegómeno prescindible
El nombre de Thomas Wolfe
resuena siempre en frases de William Faulkner, que lo consideró un maestro, a
pesar de que la primera novela de Wolfe fue publicada en 1929, cuando el otro
había publicado ya cuatro, entre ellas El ruido y la furia. Fue el año en que Wolfe publicó su primera, El ángel que nos mira. La
leí cuando la publicó Bruguera, hace
muchísimos años, y desde entonces los escritos de Wolfe han formado parte
importante de la herencia que he recibido.
Dice Faulkner, y lo avisa la
contracubierta, que esta pequeña novela, publicada en 1933, es en realidad la
continuación de otra que Wolfe publico en 1937, El niño perdido. Y es cierto, porque el narrador es el mismo, pero
en la de 1937 era un niño que vivía con su padre y recordaba a su hermano
muerto, mientras que en la de 1933 también el padre ha muerto. No solo eso, los
temas de la estructura son mucho más claros y ordenados, están “mejor
escritos”, en El niño que en Esta puerta. Con lo que no estoy
diciendo que el libro al que hoy me refiero no merezca la más atenta y feliz de
las lecturas. Es una pequeña obra maestra que fue seguida, cuatro años después,
por otra pequeña obra maestra todavía mejor.
Aunque Faulkner lo reconozca
como maestro, y sea su lector fervoroso, aquí es Wolfe el que “usa” la misma
estructura que Faulkner en su El ruido y la furia: cuatro partes que llevan por
título una fecha no secuencial. Desconozco si esta estructura había sido usada
antes por otros, pero es eficaz para contar lo incontable: y si no pretendes
contar lo incontable, ¿para qué escribes? Lo que sí sé, como sabe todo el
mundo, es que el título procede de un monólogo del quinto acto de Macbeth: “Es
un cuento relatado por un idiota, lleno de sonido y furia, sin ningún
significado”. Siempre, en privado, he discutido esa traducción, aunque
reconozco la “sonoridad” y me pliego al peso de la tradición.
Lo que me importa aquí es que
Wolfe homenajea otra vez a Faulkner, en la página 35 de esta edición, cuando
dice “una torre de marfil lejos de la furia y el ruido de este mundo”. No me
gusta meterme con mis compañeros traductores, porque sé en qué condiciones
trabajan. Sé perfectamente que los libros producen eco en los libros y que a
los escritores les gusta meter frases de otro escritor, para ver quién lo
descubre, y que haría falta una cultura enciclopédica, que no se le puede pedir
a un traductor, para descubrirlo. Pero
“el ruido y la furia” es ya una frase hecha lo bastante conocida para no
equivocarse en el orden. Quizá esté en otro orden en el original y no debería
hacer esta crítica. A cambio, una traducción de 2012 no debería mantener la
ortografía que ya en 1998 rechazó la Academia, como el acentuar el adverbio
“solo”. No me parece mal, aunque me chocó al principio, el uso del hispanismo
“errancia” que, significa algo más que “vagabundeo”, pues incluye un viaje
espiritual. Soy de los que creen que va siendo hora de que nos traigamos
hermosos y precisos términos de Latinoamérica. He de decir, a pesar de las
“pegas” que he citado, y algunas otras que callo, que la traducción se deja
leer sin los sobresaltos frecuentes a los que los editores nos tienen ya
acostumbrados.
*****
El libro
Está dividido en cuatro partes,
identificadas con número romano y fechas:
p. 11, Capítulo I: Octubre de 1931
p. 35, Capítulo II: Octubre de 1923
p. 57, Capítulo III ,
Octubre de 1926
p. 85, Capítulo IV, Finales de abril de 1928
Si el libro que escribió cuatro
años después trataba de un niño perdido, en dos de los capítulos escribe sobre
el hombre en que se convirtió, perdido todavía, el niño que estaba perdido;
en el tercero escribe sobre uno de sus viajes, a Inglaterra; y en el cuarto,
que significativamente pasa del otoño a abril, se plantea una posible solución
o encuentro al enigma de la vida. Los dos primeros, y en cierta manera el
cuarto, tratan de la voracidad ante la vida que acosó al autor: querer abarcarlo
todo, vivir más allá del límite. Una de las partes coincide punto por punto de
su vida gargantuesca, para la que nada era suficiente si había algo que
aprender. Quizá un estilo de vida agotador que le llevó a morir de tuberculosis
a los 38 años. Pero hay una parte, la del viaje a Inglaterra, que
estructuralmente no “casa” con el libro. Para entendernos: mataría por leer ese
capítulo, pero fuera de este libro.
Capítulo I
Planteamiento de su ansiedad
ante la Ciudad y el Tiempo: la voracidad del joven que quiere abarcarlo todo,
conseguirlo todo, con su estilo casi waltwhitmaniano. El capítulo se planeta
como contraste entre un millonario que lo tiene todo y le ha invitado a cenar,
a él que no tiene nada y vive en el repugnante agujero del Brooklyn armenio. El
millonario, sin embargo, cree que el protagonista, que está solo en su agujero,
tiene toda la esperanza y vivacidad. Su estilo es voraz, enumerativo. Un calco
de su hambre de vida. Grandioso, pero nunca grandilocuente, porque como lector
participas de esa ansiedad.
(pp. 13-14) «Cuando vuelves a la
habitación [el salón del millonario] te sientes muy lejos de Brooklyn, que es
donde vives, y todo lo que la ciudad te hacía sentir cuando eras niño, antes de
que pudieras saber nada al respecto, ahora te resulta no sólo posible sino
inminente, a punto de ocurrir.
La grandiosa imagen de la ciudad
vive en tu corazón con sus colores fantásticos, tal como ocurría cuando tenías
doce años y pensabas en ella. Crees que esa felicidad gloriosa que dan la
fortuna, la fama y el triunfo será tuya de un momento a otro, que estás a punto
de ocupar tu sitio entre los grandes hombres y las mujeres cariñosas, una vida
afortunada y feliz como jamás has visto. Todo eso está allí, esperándote de
algún modo, al alcance de la mano, al alcance de una palabra, sólo tienes que
pronunciarla. Apenas un muro, una puerta, un paso de distancia, sólo te falta
saber dónde se encuentra.
Y de algún modo renace en ti la
vieja, indomable y muda esperanza de que finalmente hallarás la puerta por la que
debes entrar, que este hombre te dirá dónde encontrarla.»
(p. 14) «Entonces, la vieja
perplejidad, la vieja confusión del alma que sentías cada vez que pensabas en
el misterio del tiempo y en la ciudad vuelven a ti.»
(p. 32) «Una ventana se cierra.
Y otra vez el silencio, la tarde y los sonidos remotos y las voces
entrecortadas de Brooklyn; Brooklyn en la informe, incalculable y corrosiva
brutalidad de la vida.
Y recuerdas cómo la vieja luz
roja se apaga rápidamente en el ladrillo rojo de las viejas casas y hay voces
en el aire y la música que viene de no se sabe dónde.
Y recuerdas cómo nos quedamos
allí tumbados, átomos ciegos en la oscuridad de nuestros pequeños cuartos,
grises y mudos átomos en medio de la hormiguente desolación de la tierra.
Y recuerdas cómo nuestra fama se
desvanece, nuestros nombres caen en el olvido, despojados de nuestros poderes
como tierra saqueada mientras nos quedamos allí tumbados.
¡Por Dios, nos estamos muriendo
todos en la oscuridad!...»
Capítulo II
Es el capítulo más intenso, memorable (digno de recuerdo), el que
araña, el que explica por qué, de los 4 capítulos, tres están dedicados a
octubre, cuando cree que su proyecto está agotado y regresa a casa, cuando el
padre ya había muerto.
(p. 35) «Mi vida, más que la vida de cualquiera que haya conocido, ha
transcurrido en medio de la soledad y la errancia. Por qué o cómo llegó a
ocurrir es algo que nunca he sabido. Pero así son las cosas.. Desde los quinces
años, excepto por un breve intervalo, he vivido una vida tan solitaria como
sólo la puede tener un hombre moderno.
Con esto quiero decir que el número de horas, días, meses y años, el
tiempo real que he pasado solo, ha sido extraordinariamente inmenso. [...]
Amaba la vida con tanto ímpetu que me volví loco por la sed, por el hambre que
tenía de vivirla; un hambre tan literal, cruel y física que quise devorar la
tierra y a toda la gente que vivía en ella.»
(36-37) «Pero esta furia que me llevó a leer tantos libros no tenía
nada que ver con la educación, nada que ver con los honores académicos, nada
que ver con el aprendizaje formal. Yo no era, en absoluto, un hombre de la
academia y no quería serlo. Sencillamente, quería saberlo todo, y me volví loco
cuando descubrí que no podría conseguirlo. En medio de un rapto furioso de
lectura en la gigantesca biblioteca la idea de las calles y de la gran ciudad
me atravesó el cuerpo como una espada. Ma pareció entonces que cada segundo que
pasara entre aquellos libros sería un desperdicio, que en ese mismo momento
algo que no tenía precio, algo irrecuperable estaba sucediendo en la calle, y
que si lograba llegar a tiempo para verlo, de algún modo obtendría el
conocimiento que buscaba; la fuente, el pozo, el manantial del que procedían
todos los hombres y las palabras, todas las acciones y todos los planes de este
mundo.»
(p. 41) «la gigantesca planta del tiempo, el deseo y la memoria
floreció y se alimentó con su tumos canceroso a través de los tejidos de mi
vida, hasta que la tierra de la que vengo y la vida que había vivido hasta entonces
me parecieron algo tan remoto y perdido como la ciudad sumergida de la
Atlántida.
Un buen día, sin embargo, me desperté y pensé en mi casa. Un cerrojo se
desatascón en mi memoria y la puerta se abrió. [...]
Me dije: “¡Debo volver a casa!”. Todos los hombres que han vagado sobre
la faz de la tierra dicen estas palabras en algún momento.»
(pp. 43-44) «Había vuelto a casa
y no podía creer que mi padre estuviera muerto: a veces creía escuchar en la
calle la llamada de su portentosa voz y pensaba en que lo vería caminar hacia
mí por la plaza, con su desgarbado paso de trotamundos, o que me toparía con él
cada vez que doblara una esquina, o que lo vería correr hasta casa con la
lengua fuera y toda su descomunal provisión de comida y carne; llevándonos a todos
la seguridad inmortal de su fuerza, su poder y su pasión; llevándonos a todos
una vez más el mensaje atronador de su fuego, que hacía tambalear hasta el tubo
de la fogosa chimenea con su formidable estruendo; dándonos una vez más el
exultante placer de saber que los buenos días, los mágicos días, los tiempos
dorados de nuestras vidas volverían de nuevo, y que este mundo fantasmal y de
ensueño donde me hallaba daría paso de inmediato a toda la gloria de la tierra
sólo si mi padre volvía para revivrlo, para hacernos vivir una vez más. [...] y
recordaba mi vida, la casa familiar y el millón de extraños y secretos rostros
del tiempo, pensando, sintiendo, pensando: “He vuelto a casa una vez más y mi
padre está muerto... y ése era el tiempo... el tiempo... el tiempo... ¿Adónde
iré ahora? ¿Qué debo hacer? Pues octubre ha vuelto una vez más, pero algo de la
riqueza de la vida tal como la conocíamos se ha desvanecido y estamos
perdidos.»
Capítulo III
Tras la intensidad del capítulo
II, del que solamente he copiado un mínimo de párrafos ardientes, no se
entiende este capítulo. Habla de un viaje a Inglaterra, quizá porque en su vida
hizo seis viajes a Europa y, presa como siempre de la ansiedad y la voracidad,
se quejaba del tiempo perdido en los trayectos. Fuera de este libro, habría
celebrado el texto, sobre todo por la crítica humorística de la comida inglesa.
(p. 74) «La comida tenía muy
buen aspecto y era, como el espíritu de la nación, sosa. De qué manera lo
conseguían era algo que nunca sabré decir: todo era de primera calidad, pero
uno siempre acababa masticando sin ganas, desconsoladamente, tragando con la
paciencia tediosa del hombre condenado a una dieta perpetua de espinacas
hervidas sin sal. Había una especie de magia negra en el modo en que conseguían
elegir las mejores carnes y vegetales para extraer de ellas toda su suculencia
y luego servírtelos con magnificencia pero sin sabor; o con el sabor del heno estofado o de la franela
bien cocida.»
(p. 76) «Ahora me parecía que
los ingleses habían escrito de un modo tan maravilloso sobre la comida, no
porque disfrutaran de ella a todas horas, sino porque era algo tan excepcional
que elaboraban grandes fantasías sobre ella.»
Capítulo IV
El único abril (primavera) del
libro. El capítulo termina con un discurso soberbio del que, como ya he puesto
muchos extractos, pondré un trocito.
(pp. 97-99) «Todo el saber de
sus millones de lenguas se hallaba en aquélla única voz inefable: el
conocimiento que un hombre acumula a lo largo de toda una vida de trabajo, rabia
y desesperación me hablaba al atardecer y permanecía dentro de mí durante toda
la angustia de la noche: “Hijo, ten paciencia y fe, porque la vida es larga y
todo este dolor y esta locura que vives ahora pasará pronto. Has caído en la
furia, te has llenado de odio y de angustia y de todas las oscuras confusiones
del alma. Tu sed y tu hambre eran tan grandes que creíste que podrías tragar la
tierra entera, pero es así como les ha ocurrido a todos los hombres, vivos o
muertos, durante su juventud.
[...] Porque no volveremos a marcharnos, no nos
marcharemos más, porque nuestra errancia por el mundo ha terminado y nuestra
hambre ha quedado saciada.
[...] Pero sabemos que los niños
desaparecidos, los ancianos desaparecidos, nuestros padres, nuestros hermanos,
los llevados a toda prisa al cementerio para ser rápidamente enterrados,
permanecerán aquí cuando este mundo hecho de cemento o de hormigón no sea más
que ruinas, Sabemos que el polvo de los amantes enterrados durará más que el
polvo de las ciudades.»
(p. 101) «Bajo las pulsaciones
del pavimento, bajo los edificios que se estremecen como en un llanto, bajo los
restos del tiempo, donde el casco de la bestia se junta con los huesos rotos de
las ciudades, algo está creciendo como una flor, siempre brotando de la tierra,
siempre inmortal y obstinado, algo que vuelve a la vida una vez más, como
abril.»
Quien después de esto no lea
estos dos librillos, ya sabe lo que se pierde.
Ya sé lo que me pierdo, de Faulkner no quise perderme "Mientras agonizo", lo leí hace años y quedé impactada.
ResponderEliminarHay escritores que te dejan así, literalmente.
Gracias de nuevo y besos.
Pues no te pierdas estos; tómatelo con tiempo, pero al menos El niño perdido no te lo pierdas.
ResponderEliminarBesos