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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

sábado, 5 de febrero de 2011

día 1991. Prólogo de Rodrigo Fresán a una antología de John Cheever

Trece años va a hacer que salió al mercado La geometría del amor, una antología seleccionada, prologada y anotada por Rodrigo Fresán. Y me ha tocado leerla ahora. Estos 18 relatos de unas 20 páginas, por lo visto su medida habitual. Más de 60 se han quedado fuera, pero aunque algunos, de los de dentro y de los de fuera, ya los haya leído, la “completa” de Cheever es uno de mis objetivos. Esta selección del mayor prologuista del Reino, es un buen empuje. Los siguientes extractos están copiados del prólogo.

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En referencia a Expelled, el primer relato que publicó, con 17 años, y que según Fresán marca la personalidad de “expulsado” de Cheever.

En su ensayo sobre Cheever para el Dictionary of Literary Biography, Robert A. Morace escribe: «Aunque Cheever se ha referido sucintamente a “Expelled” como “las reminiscencias de una cabeza dura”, su relato no suena quejoso ni amateur y, en más de un sentido, anticipa el estilo que desde entonces se ha convertido en la marca registrada de Cheever». Como bien precisa Morace, “Expelled” ya goza de una típica estructura episódica y cheeveriana, de una feliz propensión a lo epifánico, de la consideración de la Naturaleza como fuerza redentora de la falibilidad humana, del clásico conflicto entre lo que está bien visto y no desde la óptica de un confundido rebelde con causa, un ángel arrojado desde las alturas de su paraíso por todas las razones incorrectas o no. El joven Charles de “Expelled” es el antepasado directo de futuros expulsados como el marido rural, el nadador, el ladrón de Shady Hill. El joven Charles de “Expelled” es todos ellos cuando eran niños. [p. 9]

El mundo según Cheever —el mundo que se alza al otro lado de las puertas para siempre cerradas del Paraíso— es el mundo de hombres y mujeres urbanos y suburbanos. Un mundo donde puede vislumbrarse —a través del lente ambarino de un vaso con whisky hasta el filo de sus bordes— ¡el horror! ¡El horror! conradiano instalado bajo la superficie aparentemente tranquila de una piscina bajo la luz de la luna. Personajes siempre en fuga —ladrones, voyeurs, alcohólicos, adictos, habitantes de la noche como una inmensa habitación vacía— pero que de algún modo se las arreglan para mantener cierta extraña pureza y una rara forma de santidad. [p. 12]

(Sobre los cuentos, él mismo escribe) «Un cuento o un relato es aquello que te cuentas a ti mismo en la sala de un dentista mientras esperas que te saquen una muela. El cuento corto tiene en la vida, me parece a mí, una gran función. Es, también, en un sentido muy especial, un eficaz bálsamo para el dolor: en un telesilla que te lleva a la pista de esquí y que se queda atascado a mitad del camino, en un bote que se hunde, frente a un doctor que mira fijo tus radiografías... Pasamos el tiempo esperando una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. Estoy muy seguro de que en el momento exacto de la muerte, uno se cuenta a sí mismo un cuento y no una novela».

John Cheever, La geometría del amor, antologado y comentado por Rodrigo Fresán; traducción de Aníbal Leal. Colección Lingua Franca, Emecé.

1 comentario:

  1. Entiendo que la última cita es de Cheever, ¿no?

    Cheever es una maravilla. Me quedan por leer algunas novelas, pero las que he leído y sus cuentos me llegan para preferirlo entre todos los norteamericanos "contemporáneos".
    Y los Diarios. ¡Disfruté tanto con ellos! Se ven aun más claramente esa expulsión y esas puertas del Paraíso cerradas que dice Fresán.

    Enjoy it. Un abrazo, sin apretar.

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