Este blog

[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

miércoles, 23 de febrero de 2011

día 1984. “The Corrections”, de Jonathan Franzen, y el “Diario de una traducción”, de Ramón Buenaventura. (I)

Antes de empezar, quiero decir que esta serie, que irá apareciendo poco a poco, se la dedico a DI VAGANDO, con la que antes o después tendría que encontrarme por su “desconfianza” ante las traducciones.

Esto es un lujo impagable –por supuesto, no lo que yo escribo, sino el Diario de Buenaventura–. Y no creo que me equivoque mucho si digo que aunque muchos habréis leído Las Correciones, serán pocos los que visiten la sección El trujamán, del Centro Virtual Cervantes, y leyeran en su momento este documento excepcional: el diario que escribió un traductor “de los buenos” sobre el endiablado proceso de su traducción de un “libro de moda”. Ese, y no otro, es el regalo de esta serie.

Hacía tiempo que me había prometido el pequeño proyecto de releer ambos. Ahora, que Franzen ha vuelto a golpear la tecla del éxito (más o menos culto) con su nueva novela Freedom, y que tengo algo de tiempo, decidí que había llegado el momento. Pero en lugar de empezar con mis notas de ambos desde el principio, voy a hacer un ‘spoiler’ y empezaré por el final del Diario, poniendo enteras las tres últimas entradas.

Quizá parezca que doy ventajas a DI, con este inicio; pero la trampa está en lo de “traducción aceptable”. Más adelante, volveré a mi costumbre de los “extractos”, pero para empezar con fuerza, mejor darle la palabra entera al traductor. Que hable por entero, Ramón Buenaventura.


Diario de una traducción (XLVIII)
Por Ramón Buenaventura
Traducir bien The Corrections es imposible por acumulación de dificultades insalvables. Vamos a dedicar los últimos artículos de este ya largo diario de una traducción a repasarlas, como última lección de una experiencia que está bien para haberla vivido, pero que uno preferiría no añadirse otra vez al currículo.
Primera dificultad insalvable. Cuando una editorial decide publicar un libro tan exitosísimo en origen como The Corrections no solo tiene que pagar un buen adelanto, sino que ha de negociar con el autor y demás derechohabientes como si estuviese comprando el birlibirloque original de Midas (lo cual, a la hora de la verdad, puede no ser cierto; de hecho no resultó cierto, en el caso de The Corrections: el éxito europeo fue mucho más de prestigio que de gruesas ventas). Una de las concesiones que hubieron de hacer las editoriales europeas en este caso concreto consistió en aceptar la coordinación del lanzamiento; y ello implica casi siempre, para todos los afectados menos el que más manda, un acortamiento del tiempo disponible para el trabajo de traducción. Servidor de ustedes tuvo que traducir The Corrections a uña de caballo, quadrupedantemente, como quien dice, sin tiempo para asimilar bien los problemas del texto y poner en adobo las soluciones.
¿Culpa? De nadie. Así es la vida.
Segunda dificultad insalvable. El señor Franzen tenía su carrera literaria perdida cuando se puso a escribir The Corrections: sus libros anteriores habían gozado de críticas más o menos positivas, pero no habían superado los mínimos comerciales que permiten sobrevivir en un mercado como el editorial. De modo que decidió echar el resto en su nueva novela, y lo echó con feroz entusiasmo: ahí va todo lo que sé y todo lo que puedo pretender que sé (porque para eso están las enciclopedias y los opúsculos especializados). Medicina, comercio, finanzas, física, economía, sociología, química, ingeniería, cocina, publicidad, márquetin, moda, marroquinería, juguetes, frutos tropicales, automóviles, con un etcétera nada corto, todo ello investigado más o menos a fondo o, por lo menos, todo ello expresado en su jerga correspondiente.



Diario de una traducción XLIX
Por Ramón Buenaventura
[Seguimos con la segunda «dificultad insalvable»]
Buena parte de este revolcadero lingüístico es intraducible, porque la jerga ad hoc no se ha desarrollado igual en español. El traductor se encuentra una y otra vez con el mismo problema: sabe lo que el autor quiere decir, pero no puede expresarlo igual, con la misma eficacia; tiene que explicar. Un bono emitido por una autoridad municipal, que deja poco rendimiento pero es muy seguro, y que compran los pusilánimes financieros, puede explicarse, pero no nombrarse en español. Afortunadamente para la traducción, lo cierto es a) que el vocabulario especial se queda, casi siempre, en pura lentejuela literaria, casi enteramente prescindible; b) que, incluso, en algún momento el texto gana cuando de él se eliminan, por necesidad, determinados chistes o asociaciones basadas en términos profesionales y pelín traídas por los pelos en el original.
Pero, ojo: que una traducción pueda funcionar mejor que el original en determinados pasajes no significa que sea buena, sino aún más traidora de lo habitual.
Tercera dificultad insalvable. Una de las muchas y variadas catástrofes sociales, económicas, culturales, etc., que hoy en día vivimos no tiene nombre, porque nadie la ha estudiado aún con el necesario detalle, pero podríamos denominarla «pérdida casi total de las referencias comunes».
Hablo de la comunicación por alusiones que venimos practicando desde los principios de la raza humana (es decir de la lengua). Su máximo ejemplo de eficacia está en aquel metachiste que corrió, en tiempos, hasta por el Selecciones del Reader’s Digest: ese grupo de gente que se conoce tanto, y tan bien, que para contarse chistes sólo tiene que cantar el número. ¡El siete! Y todos se despepitan de la risa, menos los dos o tres a quienes no les hace ninguna gracia esa cifra concreta.




Diario de una traducción (y L)
Por Ramón Buenaventura
[Seguimos con la tercera «dificultad insalvable»]
Eso, señoras y señores, c’est fini. Hemos perdido o estamos perdiendo sin que nadie pueda evitarlo las referencias tradicionales de la cultura occidental. Ya casi no podemos abreviar nuestra comunicación mediante los lugares comunes de la religión, la mitología, la literatura, las artes. Persisten algunas referencias (no sé: Adán y Eva, el caballo de Troya, Salomón, Júpiter, Venus, don Quijote, don Juan), pero la mayoría se han trocado en misterios insondables para la gente de nuestra época, cuando no remiten al cine o la publicidad. Por ejemplo: Correcaminos es mucho más rápido que Mercurio, dónde va a parar.
Lo malo de todo sistema de referencias en proceso de creación es que nadie sabe cuánto van a durar los elementos que nos propone. Las gracias publicitarias son como triquitraques y casi ninguna queda. Las gracias cinematográficas persisten algo más («nadie es perfecto», «siempre nos quedará París»), pero tampoco son fiables al cien por cien. Y, ahora, Internet consume cincuenta mil tópicos a la semana sin pestañear.
The Corrections está repleto de referencias postuladas que no sólo son provisionales, sino también locales norteamericanas. Por ejemplo: el lector debe entender que un personaje abunda en horterío porque compra los muebles en tal sitio (una tienda de la que no hemos oído hablar por nuestros pagos, por supuesto). Y ¿qué puede hacer el traductor? No mucho, porque ha de someterse a una decisión totalmente equivocada del autor: como ya contamos en los primeros artículos de esta serie, nada puede explicarse que él no explique.
En fin. El resultado de todo esto es, en mi interior, una extraña combinación de sentimientos. Por un lado, se queda uno frustradísimo, porque las condiciones no le han permitido disfrutar de la traducción y —perdóneseme la arrogancia, creo que justificable, en este caso— lucirse con ella; por otro lado, está uno orgulloso de haber superado parcialmente la imposibilidad, para ofrecer al lector de lengua española un reflejo aceptable de The Corrections.
Termino con una nueva referencia cultural:
That’s all, folks!
Jonathan Franzen, Las correciones; traducción de Ramón Buenaventura. Biblioteca Formentor, Seix Barral, abril de 2002
Ramón Buenaventura, Diario de un traductor: I a L, publicado en la sección El trujamán del Centro Virtual Cervantes entre el 29 de enero de 2003 y el 29 de abril de 2004

9 comentarios:

  1. Ja. Por fin, voy a poder decir algo en tu estilo.

    Primero de todo..no he leído "Las Correcciones"..todavía. Está en pendientes.

    Segundo, muy de acuerdo con Buenaventura en el tema de las referencias. Se están perdiendo por una pérdida de cultura. Nadie lee clásicos, ni aprende. Y sobre todo no se retiene ni se pone interés.

    Tercero y esto es lo que es muy en tu estilo. El hijo de Ramón que a la sazón se llama Ramón..trabajó conmigo en los libros de colores. Le dediqué un post " La mesa vacia" cuando cogió su petate y se marchó a vivir a Paris..y es más majo que las pesetas.

    Hala.

    Espero a ver que dice Di. De todos modos Di, y si lees esto. La caja negra puedes leerla en inglés seguro..no sé en qué idioma escribió Oz.

    ResponderEliminar
  2. Del primero, yo acabo de re-empezar.

    Lo segundo es un tema interesantísimo: no solo se están perdiendo las referencias literarias, porque ni se lee lo de antes, ni se ven pelis de las de antes, o arte de antes. Sobre todo, como tú dices, porque la atención escasea. Y claro, me refiero a las referencias "con sentido", a entender lo que dice alguien cuando menciona Hamlet o Apolo.

    Pero hay aquí algo igual de interesante: la duración de las posibles referencias es cada vez menor. Por ejemplo, en la música, recuerdo que los discos eran pocos, pero los machacábamos y nos los pestábamos, cuando ya tenían algunos años, como "novedades"; ahora se acumulan miles de canciones y temas a los que no se les presta la debida antención.

    Y los locales, tan importantes, lo de "Casa fundada en 1932" ya no es un atractivo. Se supone que esa "casa" sigue ahí, dirigida por los herederos de los herederos de los herederos. No digo que sea bueno ni malo, solo digo que las cosas no duran lo suficiente para decir "los conciertos del Price" y que haya gente que te pueda entender o pueda encontrar la referencia en Internet (si eres extranjero conrespecto a la lengua o país del que se habla).

    Imagino que esto afectará, sin duda, a la escritura. Porque esta se basa en el entorno sociocultural y el cambiar de continuo, la "novedad" por el valor de lo nuevo, tiene por fuerza que trasladarse a ella. Cierta superficialidad.

    Creo que escribe los originales en hebreo, así que nuestra amiga no tendrá más remedio que usar una traducción.

    Voy rápido a ver esa entrada, a ver si por el nombre la encuentro. Lo que dices de él, y el título, ya me hace salivar.

    ResponderEliminar
  3. Cuando comencé a hablar de los libros que leía en el blog..lo llamé " Libros encadenados" porque si prestas la suficiente atención, es muy posible que consigas hilar una referencia del libro que lees actualmente con el que leíste antes o el que leerás después, pero para eso tienes que tener referencias, conocer, memorizar y sobre todo mostrar interés. Todo un proceso que requiere esfuerzo y que se está perdiendo.

    La frase " es que a mi eso no me interesa"...o " es que eso aqui no es igual"..es tan empobrecedora que da miedo.

    No te esperes nada de esa entrada..que es una chorrada.

    ResponderEliminar
  4. NAN, en primer lugar que me hace mucha lusión esta dedicatoria, y en segundo que no tengo ninguna duda que hoy son las palmaditas y otro día pasaremos a las yugulares. Que me gustan, como sabes. Me hace gracia q algunos me habían supuesto traductora, no sé si por algunas afirmaciones así medio aspirando a boutades sobre el ejercicio de la traducción, o tb tiene sentido pq Londinium. Mis llantos traductoriles son más una desazón -q describe muy bien Buenaventura-q he sentido cuando me he puesto a ello y-tal vez pq no soy professional, nunca he recibido formación-me ha hecho concluir q es misión imposible. De hecho, esta incapacidad me lleva como sabes a diario cuando escribo a no traducir muchas expresiones que se usan mucho en inglés y q realmente no tienen traducción possible. Y he pensado mucho porqué no, pore j esta manaian el Peda y yo manteníámos esta conversación a tenor de la peli de Tim Burton “Charlie y la fábrica de chocolate”. En el punto en q al príncipe indio se le derrite el Castillo de chocolate el narrador dice “Pero Willy Wonka tenía sus propios probemas” (his own problems), una expression muy comun en inglés, y q tal vez ahora se este generalizando en castellano, pero mi apreciación es q eso en castellano se diríá “pero WW tenía otras cosas en que pensar”. Un ejemplo de esta maniana, pq estees un tema q nos persigue.

    Así q todas mis opiniones en esta serie serán totalmente de aficionada, y como si me convencen con razones spr estoy dispuesta a cambiar de opinion a medio camino… pues eso, q os podéis dar un banquete del grupo A Rh negativo.

    Por incluir algún element más al debate, (tanto MO como NAN-q gracia, esto es como estar en un café los 3 solos, tengo una sensación, como mucho, de email) decir q, de entrada, vuestro discurso de las referencias me parece esclerotizado (lo escribe alguien q apenas lee actualidad, ji). El q cada vez haya más referencias y más info d ela q podamos digerir no tiene porqué ser negative. Será otra cosa, algo q no nos podamos imaginar… de hecho, el aprendizaje como lo hicimos nosotros está ya muerto y enterrado, hay q ir a por otra cosa q la escuela nip or supuesto la uni está preparada para asumir. Permanezco con la mente abierta, aunque sigo creyendo q el q se pierda a Virginia Woolf o a Thomas Mann, pues sinceramente, él se lo pierde.

    Sobre Oz, MO puede tener razón llamando a la traducción al inglés. Lo digo pq pore j, leí “El maestro y Margarita” en castellano y me decepcionó. En el UK es uno de ess clásicos q están en primera plana en cualquier librería, en castellano me costó encontrarlo, y luego me dí cuenta q tal vez la traducción inglesa era mucho major (no lo he verificado) y por eso e sun libro diferente en los dos idiomas. Hace poco compré un libro en italiano en inglés pq no conocía traductor, pero pore j, cuando Camen Martín Gaite traducía a Natalia Grinzburg (whatever spelling), pues entonces de cabeza, pq para traducir literatura (ya he hablado en D&D alguna vez de Cortázar traductor), lo major es llevar literature en las venas.
    Si me dejáis, más abrazos viriles, q no se exactamente lo q son, pero activa imaginarios llamativos.

    di

    ResponderEliminar
  5. Di, a mí no me parece mal que haya cada vez más referencias y más posibilidades de conocer cosas. A lo que me refiero es que tú y NáN y yo y por supuesto más gente somos capaces de liar y ver la trama entre las referencias. Tenemos interés en tirar del hilo...en ver a dónde nos lleva. Y da igual que estemos hablando de La Regenta o de la película de La red Social..nos interesan las referencias cruzadas.

    No sé en Londres..pero por aqui..ese interés se está perdiendo. NO interesa más que lo "mio", lo "que me afecta". A eso me referia.

    La edición que yo tengo de La Caja Negra, es de Siruela y la traducción me pareció estupenda. Quiero decir que nada me chirrió ni me sonó raro...claro que no hablo hebreo..pero hay otras veces que sí que me chirrían expresiones..pero en este caso no. Y Siruela es una buena editorial.

    ResponderEliminar
  6. Dice Buenaventura en un momento que, contra viento y marea, ha conseguido una "traducción aceptable". Y eso, es mucho. Eso quiere decir que una traducción te ha podido transmitir la mayor parte de lo que hay en el original.

    Sí acepto las traducciones, no solo porque en otros tiempos hice alguna traducción que fue considerada "aceptable" por otros, y sé mucho de lo que va por dentro de eso. Las acepto porque en la mayoría de los casos no tengo más remedio. Y prefiero llegar a ese 80, 90, 99% que quedarme en el conocimiento 0%.

    El problema es que hay muchos traductores muy malos, lo que sucede porque cualquiera traduce y los editores prefieren publicar al año 50 libros con malas traducciones que 15 con traducciones dignas. Es el mercado de hoy y, como nadie critica las traducciones, ni a los lectores les suele importar porque van buscando el argumento y si lo entienden se dan por satisfechos, ¿para qué pagar a los buenos todo ese tiempo adicional?

    El texto de Buenaventura saca otro tema importante: el de las referencias frívolas (en el sentido de inútil). Y creo que nos hemos desviado en la dirección correcta para unir esa falta de "referencialidad" con los modos de la vida (la cultura es solo una parte de la vida) actual.

    No quiero parecer pedante, porque creo no serlo, si digo que las cosas que pasan las leí ya en La sociedad del espectáculo, de Guy Débord, perfectamente analizadas, que no profetizadas.

    El espectáculo es superficial, vertiginoso porque la novedad pisa los talones de la novedad. Y Buenaventura acusa a esta novela, de la que ha hecho una "traducción aceptable", de esa superficialidad. El trabajo de buscar, para enterarte, el "significado" de comprar los muebles de una determinada casa, no solo es banal, sino inútil, porque en unos años (muchos menos de los que una obra literaria debería aspirar a durar) esa casa comercial tan "local" ya no existirá.

    Es peligroso que las referencias se hagan solo para unos cuantos contemporáneos y durante un período de tiempo tan breve.

    A mí si me importa que cada vez haya menos gente que conozca a Virginia Wolf, porque eso afecta a mi soledad. Pero eso es algo tan subjetivo y personal que no tiene interés. Procuro estar al día, todo lo que puedo, de las nuevas referencias, pero que los nuevos ciudadanos "desprecien" (es mejor "neglect", ¿a que sí?) la referencias sólidas del pasado nos coloca a todos en una mala situación de entendimiento.

    Es como si las referencias sólidas (que transmiten en una palabra-bloque unos significados que son reconocidos, se hubieran convertido en iconos, la mayoría de ellos desconocidos para los que viven en otro entorno cultural; y la mayoría de ellos, "fugaces".

    Si las fuentes en las que nos basamos son tantas y tan fugaces, corremos el riesgo de una "babelización de los iconos". Lo que parece lógico en esta sociedad, pero me hace más viejo de lo que soy.

    Lo que no quita, el problema de esta novela, que la esté gozando a lo grande.

    ResponderEliminar
  7. A propósito he dejado para otro comentario separado otra idea de Molinos:

    «No sé en Londres..pero por aqui..ese interés se está perdiendo. NO interesa más que lo "mio", lo "que me afecta". A eso me referia.»

    ¿Dónde queda lo de "nada de lo humano me es ajeno", que es una de las bases de nuestra cultura?, la que nos acerce tanto al texto recién salido en cualquier parte del mundo como a los textos griegos clásicos: la seguridad de que somos uno y lo mismo.

    ResponderEliminar
  8. Yo leí Las correcciones y, literalmente, me deslumbró. Cuando lo terminé volví a comenzarlo, algo que me ha pasado muy pocas veces. No sé si la traducción es extraordinaria o sencillamente buena, pero a mí la novela me gustó mucho, muchísimo, y estoy deseando que llegue a España Freedom. En cuanto a la pérdida de referencias de las que habla el traductor (y abunda Molinos) es posible que suceda hoy en día, la verdad es que no lo sé porque no me relaciono con otros lectores, pero una de las riquezas fundamentales de Las correcciones es que toca todos los palos, todos los campos de actuación humana y social con una minuciosidad que nada tiene que envidiar a Ford (esto lo digo porque sé que a Molinos le gusta mucho Ford y su trilogía, como a mí).

    La novela, maravillosa, espectacular. ¿La traducción? Diciendo lo anterior lo digo todo, imagino.

    ResponderEliminar
  9. Ramón Buenaventura, Jesús, es uno de nuestros mejores traductores, y vaya sí se nota. Cuando él dice "aceptable", creo que aparte de la "humildad" para con su obra se está refiriendo a esa pequeña parte de toda obra original que rechaza la posibilidad de una traducción. Y también a que, en esta novela, esas partes son más numerosas por el localismo de las referencias.

    Me parece impagable que en una obra de este calibre podamos contar con los comentarios sobre la traducción hechos por el propio traductor, que sabe "pensar" su oficio y tiene una gran capacidad expresiva.

    Yo la estoy releyendo y anotando con más placer todavía que la primera vez; aunque es cierto que por la lectura de ese Diario me doy más cuenta de lo que cabe dudar si es "prescindible". Vamos, que lo estoy gozando.

    ResponderEliminar