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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

martes, 5 de abril de 2011

día 1974. Entre líneas, el cuento o la vida, de Luis Landero



Hace unos días, una amiga hablaba elogiosamente de Landero, coincidiendo con que al reordenar la biblioteca vi que tenía un libro suyo. Las notas que encontré en él muestran que lo leí en su tiempo, aunque solo al releerlo empecé a recordar algunas cosas. Una segunda lectura es la situación ideal para poder hablar de un libro, así que lo volví a leer.

Once capitulitos en letra redondilla alternando con diez en cursiva. Los 11, disfrazan de relato, poniendo al protagonista el nombre de Manuel Pérez Aguado que, «además de profesor, es lector y escritor». Y el verbo “disfrazar” es ajustado, porque el libro tiene más de ensayo, de ajuste de cuentas con lo que la literatura tiene de pasión para Landero, al que se ve detrás de cada palabra, que con una ficción. De hecho, el libro empieza así: «Aunque esto no es un cuento, resulta que sí hay un personaje...».

Pero despejaré primero el asunto de los 10 capítulos en cursiva. Para empezar, algo que a lo mejor no es cosa suyo, sino del Editor: el abuso de la cursiva. ¡Cómo odio la cursiva! Está hecha para lo que debe estar y para lo que la gramática dice que sirve, pero los párrafos largos de distinta fuente, bastaría usa una tipografía distinta; una cualquiera de entre las muy hermosas que tenemos. Cuando leo páginas en cursiva, inclino sin querer la cabeza hacia el hombro derecho y termino con contractura. ¡Qué buen editor habría sido yo, que prácticamente no sirvo para nada! Porque tengo algo que hace falta para editar libros: la elegancia de la sencillez.

Fuera de la tortura de la cursiva, esté pedida por Landero o por el Editor, el autor intenta en esos capítulos alternos dar esa carne necesaria que precisa un “cuento” que es más “ensayo” que “cuento”. Y en mi opinión, que posiblemente sea errada porque a pesar de la atención que he puesto no he conseguido descifrar el sentido real de esos capítulos, el objetivo no se cumple. La relación de las historias de ficción escritas con el corazón y los capítulos en redondilla apenas existe.

Quien no me conozca pensará que le estoy dando un varapalo al libro. Nada más falso: de no haberme interesado, y mucho, no escribiría sobre él. Lo que no toca mi pasión (y soy fácil de apasionar), me limito a no mencionarlo. El relato que es un ensayo mal disfrazado es espléndido. Ojala más escritores tuvieran la valentía de dedicar un librito a explicar la pasión que sienten la literatura. Y hacerlo ordenadamente, sin pedir perdón por todas las citas, a veces largas, que se incorporan al libro. Gracias a este libro, aunque no he encontrado una obra magnífica de Landero, he encontrado a un Landero magnífico que seguro que cuando lea libros suyos de ficción-ficción, sobre todo el que recomendaba mi amiga, me hará disfrutar a lo grande. Hacia el final, el protagonista ha de dar una conferencia; y el lector, o sea yo, se queda con la idea de que todo el libro ha sido “precisamente esa conferencia”. Por eso, si diera clases de escritura, la lectura de la parte en redondilla de este libro, con la discusión detallada de todo lo que propone, sería posiblemente una parte importante del temario.

Como de costumbre, copio algunos extractos llenos de sentido y fantásticamente escritos, de entre los muchos que he subrayado. El primero de ellos, así de contradictorio soy, es el único subrayado en la parte de cursiva y he querido hacerle justicia.

[P. 30.] Si uno pudiera en cada frase naufragar y ofrecer sólo los despojos. Morir aquí y aparecer más tarde. Apartar las palabras como el pájaro la última plata de la tarde.

[P. 36] Que él no iba a llegar a nada lo tuvo siempre claro desde que su abuela le contaba cuentos y todos empezaban así: «Hace mucho tiempo, en un país lejano». De ahí dedujo que, viviendo en Alburquerque y en el tiempo actual, nada digno de asombro podía ocurrirle nunca. [...] Y todas esas maravillas las daba el estar lejos, y no había prodigio que no se debiera a la distancia, en tanto que allí en el pueblo y en los días iguales del mismo presente, la vida sólo podía ser un círculo del que no había modo de salir.

[P. 67] Y es que muchas de las experiencias fundamentales del hombre moderno proceden inevitablemente de los libros. Y esto ocurre aun entre gente que apenas ha tratado con ellos, porque los libros flotan en el aire y se incorporan al sentir general, y forman parte de nuestro carácter y saber más de lo que creemos. Como alguien dijo, no recuerdo quién, los libros son como el oxígeno: podremos ignorar lo que es, incluso que existe, pero lo respiramos. Y lo mismo de la filosofía: podremos no haber leído a Platón, a Kant o a Marx, pero sus ideas nos llegan del ambiente, están en el aire, en el propio lenguaje. Habitan parasitariamente en la memoria colectiva. Es un saber difuso, al que nadie escapa. Por eso a veces leemos un libro y descubrimos con placer y sorpresa que, confusamente, lo que allí se dice ya lo sabíamos nosotros, aunque desconocemos de dónde nos llegó.

[P. 68] Y ahora Manuel recuerda que, cuando su abuela le contaba los cuentos, él la interrumpía a veces para preguntarle detalles no previstos en el relato. ¿Y Juan Soldado fue también a la escuela como yo? ¿Y qué hace ahora que es viejo? Y la obligaba a dar saltos en el tiempo y a contar como Faulkner. ¿Y qué es lo que pensó exactamente el príncipe cuando entró en la cueva del dragón? Y la obligaba a explorar las sensaciones más sutiles de la memoria y la conciencia, como si fuese Proust. A veces Manuel piensa que entre su abuela y él, años antes de Tiempo de silencio y de Benet y de Juan Goytisolo, renovaron a su modo la narrativa española.
Y es que los dos vivían ya entonces, sin saberlo, dentro del laberinto de papel.

[P. 79] La civilización le debe mucho a las historias. [...] El relato sirve para que no se pierda del todo lo vivido. En el fondo, es una manera de oponerse a la muerte. Si fuésemos inmortales, quizá no contaríamos historias.

[PP. 88-9] Manuel piensa que uno de los fundamentos de esa enorme trampa, de ese gran malentendido, es el abaratamiento de los placeres, la idea pueril de que la cultura es una forma como otra cualquier de diversión. Leer es un acto lúdico, dijo alguien, y esa majadería se acató como dogma. Ya, ya, un acto lúdico. Manuel ha conocido a mucha gente eufórica cuando va al fútbol o a merendar al campo, pero apenas ha visto a nadie que, ante la perspectiva de una tarde consagrada a la lectura, diga: ¡Hala, a engolfarse en La Celestina!, o, frotándose las manos de placer: «Y esta noche... ¡Petrarca!» No, Manuel cree más bien que la lectura a menudo es un placer que cuesta, aunque sólo sea porque supone aislamiento, concentración, esfuerzo, además de esclarecer o asumir incertidumbres, cosa que siendo placentera es también problemática, como cualquier actividad donde la mente y los sentidos han de estar alerta y a veces en tensión. Y es que hay cierta cultura que no se nos regala por obra y gracia de las experiencias espontáneas, como tampoco se nos da de balde la adquisición de un idioma o el manejo de un instrumento musical.


Luis Landero, Entre líneas: el cuento o la vida. Colección Andanzas, Tusquets editores.

10 comentarios:

  1. Gracias Nan, por esta crónica. Ya sabes cuánto me identifico con esto q dices "Lo que no toca mi pasión (y soy fácil de apasionar), me limito a no mencionarlo"... la vida es demasiado corta para entretenernos siquiera en lo q nos deja indiferentes. Y la facilidad de apasionamiento, como sabrás, es un don, una suerte, q no todo el mundo comparte. Una pena para los tibios.

    Y no estoy de acuerdo con Landero en el último párrafo con eso de q uno no se va una tarde frotándose las manos a leer... claro q sé por donde va, y no pasa ni de lejos con todos los libros, pero esa emocion de "ahora tengo un rato de lectura" d euin libro q te apsaiona es de lo mejor q hay...

    muchos abrazos

    di

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  2. Que se sepa que tú eres la amiga que me mostró el camino de Landero (creo que mañana ya me traen el libro del que hablabas). Tienes razón: no apasionarse, no preguntarse, no mirar con los ojos del que desconoce y se asombra, es una desgracia. Perder el tiempo con lo que no nos atrae (fuera de las situaciones en las que queremos cambiar las cosas) es, esta vez sí literalmente, perder el tiempo.

    Pero creo que sí tiene razón Landero, en que nadie dice que va a leer con esa euforia del que dice que va a al fútbol. Es algo que se dice con recogimiento y solo a las personas que te interesan mucho y sabes que se les va a hacer la boca agua: "me voy una semana de vacaciones y me llevo dos librotes de Mishima", por ejemplo. Dicho así, con tranquilidad y una sonrisa.

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  3. Pero qué libro? "Juegos.." o "Hoy Júpiter" Creo q me gusto más el primero, eh? El Peda está ahora con el segundo pero no esta tan emocionado como yo.. me dice q "ahora se esta enganchando"... hombres...

    No es cuestion de a cuanta gente s elo dices ( q te vas a leer)-una intenta cocinar igual d ebien si vienen dos q si vienen veinte, o dar una clase para 2 q para 200... la cuestión es LA emoción de "ME VOY A LEER EL MARINO QUE PERDIÓ LA GRACIA DEL MAR!!!!!" con saltitos. Es posible.

    Yo al fútbol no iría con ninguna euforia.

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  4. Lotronan...te prometo que yo si digo que me voy a leer con euforia, de hecho creo que esos microsegundos previos son un elixir.
    Claro que...yo soy una entusiasta; pero es que cuando tienes ganas de leer y no tienes tiempo, o siempre surge un imprevisto que retrasa ese momento...es como el que va andando por un camino bajo el sol a 40 grados y sabe que hasta que no ande otros 20 minutos, no tendrá agua para beber.

    Besis

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  5. Vaya libro, el del marinero, DI. Fíjate si me gustaba Mishima que la única vez que tuve un perro lo llamé Shima, porque era mi Shima. Una bestezuela que se pasaba el día conmigo. Creo que me va a tocar releer a este japo (el del marinero lo releí precisamente el pasado verano). O incluso leer por primera vez el de Confesiones de una máscara, ahora que Alianza lo ha sacado con nueva traducción directamente del japonés.

    Me temo, ay, que el que he pedido es el de Júpiter. No importa, como dice un amigo, "hay más días que botellines".

    Si yo no digo, NO, que no produzca una sensación brutal saber que te vas a leer un libro determinado a una hora determinada (dentro de un rato, con mis nuevas gafas de sol graduadas y mi insuficiencia en vitamina D, me voy a leer a una terracita tomando un vermú; y ya lo estoy disfrutando). Lo que digo, bueno lo dice Landero pero le apoyo, es que somos más recogidos, o intimistas, en la expresión de ese placer anunciado.

    Bueno, lo de decirlo dando saltitos queda aceptado. Pero no en los chicos, que somos más contenidos. O a lo mejor es que en esto soy un antiguo.

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  6. jejeje vale, aceptamos sonrisa como saltito ;)

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  7. (Mis disculpas por chafar el entusiasmo, NáN) ¡Y a mí que Landero me aburre mortalmente!

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  8. En casa tenemos El mágico aprendiz, Caballeros de fortuna y Juegos de la edad tardía. Mi mujer sí los ha leído, quizás ha llegado el momento de que los lea también yo. Gracias por vuestros comentarios entusiastas.

    Saludos

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  9. Me alegra tu comprensión, NO.

    No hay que disculparse, T. Me habían hablado de él como aburrido; y ya dije que la parte en cursiva no me había llegado. Pero mantengo que la parte de redondilla, el ensayo sobre literatura disfrazado de cuento, es espléndida y recomendaría el libro para su lectura en todas las escuelas de escritura creativa. (Siempre me ha llamado la atención lo de "creativa". ¿Acaso una de las cosas que enseñan es que el adjetivo mata? Lo de "creativo" me repatea. En caso de necesidad, que no creo que haya ninguna necesidad de calificar, sería más exacto hablar de "escritura de ficción").

    Desde luego, este libro me obliga a darle dos oportunidades más: el segundo que recomendó DI, y el primero. Luego, ya veremos.

    Aprovecha el momento, JOSÉ LUIS. Compartir por los blogs es fantástico. Y nos cuentas. Además, aunque en una pareja cada uno tenga querencias distintas, me parece muy necesario que entre el 5 y el 10% de la lectura de cada uno está sacado de las lecturas del otro.

    Un libro de Siri Hustvedt que he empezado a leer, recomendado por Moli, incluye una estupenda frase del protagonista. Visualiza su matrimonio "como una larga y prolongada conversación". Y me ha hecho pensar la necesidad de no suplantar, pero sí de solaparse un espacio mínimo con el otro.

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  10. Se queja Molinoos por Mail de que no puede dejar comentarios. Extrañado, he repasado la Configuración y he visto que solo admitía comentarios de Usuarios Registrados (supongo que serán los Seguidores). Ya he desecho en entuerto y espero que la próxima vez pueda comentar.

    (lo siento Moli). Esto es lo que quiso, y no pudo, poner:

    "Bueno, bueno, bueno..a pesar de que leo este blog en su momento no dije nada porque no habia leido a Landero.

    Me parto porque coincidimos en casi todo y muchos de los párrafos que has copiado están en mi cuaderno.

    Sigo sin estar de acuerdo con lo de la lectura y la pasión. Yo soy un completo coñazo de entusiasmo cuando voy a leer algo que me gusta...puedo ser la tia más cansina del planeta: voy a leer!! voy a leer!! voy a leer!!..soy tan coñazo que entendería que me asesinaran en ese momento.

    Solo soy igual de entusiasta cuando voy a un concierto de Bruce...y sé que también merezco la muerte en esos momentos. "

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