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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

viernes, 7 de enero de 2011

dia 1218. El abuelo de Amos Oz y las mujeres

Cuando tenía 17 años se enamoró de una gran dama, amante del lujo y seducida por la alta sociedad, que era 8 o 9 años mayor y que además era su prima hermana. Dada la imposibilidad de separarlos, las dos madres (hermanas) decidieron que emigraran a Estados Unidos. El apasionado joven, se enamoró en el barco de otra mujer.

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«Pero a la abuela Shlomit, eso se decía en casa, ni se le pasó por la cabeza renunciar a él: le agarró del lóbulo de la oreja con fuerza y no lo soltó ni de día ni de noche hasta que salieron del despacho del rabino neoyorquino que los casó.»

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Vivieron en perfecta armonía hasta que ella murió, cuando él tenía 67 años y él inició sus veinte años de luna de miel. Desaparecía con una de ellas varios días y cuando le reprendían que no hubiera llamado por teléfono, decía que no lo había en la habitación. Pasó esos veinte años rodeado de mujeres.

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«Deseaba a todas las mujeres, a las guapas y a las que tenían una belleza que los demás hombres no sabían apreciar. “Las señoras”, algo así sentenció mi abuelo una vez, “son todas guapas. Todas sin excepción. Pero los hombres”, sonrió, “están ciegos. ¡Completamente ciegos! Solo se ven a sí mismos, ni siquiera a sí mismos. ¡Están ciegos!”

[...]

--Ha llegado el momento de que hablemos de las mujeres.
Y enseguida se explicó:
--Bueno, de la mujer en general.
(Yo tenía unos treinta y seis años, llevaba quince casado y era padre de dos hijas adolescentes.)
--Bueno, las mujeres siempre me han interesado. Siempre quiere decir siempre. Y no lo interpretes mal.

[...]

--Las mujeres –dijo el abuelo--, bueno, en algunos sentidos son exactamente igual que nosotros. Exactamente igual. Del todo. Pero en otros sentidos son completamente distintas. Muy, muy diferentes.

[...]

--¿Pero en qué sentido las mujeres son exactamente igual que nosotros y en qué sentido son muy, muy diferentes? Bueno, en eso –concluyó levantándose de su asiento--, en eso aún estoy trabajando.
Tenía noventa y tres años, y quizá siguió “trabajando” en esa cuestión hasta el fin de sus días. También yo sigo trabajando en ello.»

Amos Oz, Una historia de amor y oscuridad. Traducción de Raquel García Lozano. Ediciones Siruela, colección Debolsillo.

4 comentarios:

  1. mmm...pues Nan, a lo mejor si no va a haber diálogo podrías poner una de esas etiquetitas de facebook en el que le das a me gusta...

    porque a mi este texto me gusta, y pulsaría sin duda dicha etiquetita...(y no abriría más la boca)
    :-)

    besín

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  2. :-)
    Pues sí que me está(i)s metiendo ganas de Oz.

    Un abrazo.

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  3. Lo siento, María, me he enzarzado un rato, pero me daba error. Volveré a intentarlo.

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