Este blog

[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

miércoles, 26 de enero de 2011

día 1200. Cuentos de Gustav Meyrink


Hace años compré muchos de los libros de esta hermosa colección creada por Franco Maria Ricci y Borges. No los leí todos y me ha parecido un buen momento para enmendarlo. De Gustav Meyrink solo había leído El Golem. Copio, como en todos estos datos, de la Wiki: «ofrece una visión simbólica de este personaje legendario del folklore judío, que a su juicio encarna la potencia oculta (monstruosa e informe por estar aún 'dormida') que anida en el inconsciente de todos los hombres, y en especial en el de los judíos del ghetto de Praga». Dice Borges en el prólogo que mientras algunos autores de literatura fantástica optaron por la ciencia, como Wells, otros, como este, lo hicieron por la magia. La Wiki aclara que iba a suicidarse con 24 años cuando alguien echó por debajo de la puerta un folleto titulado La vida postrera, y que «asombrado por aquella coincidencia, Meyrink se interesó por los fenómenos ocultos y las tradiciones esotéricas, que tienen una importante presencia en sus obras».

El libro contiene tres relatos: J.H. Oberbeit visita el país de los devoradores del tiempo, que es una metáfora de la reencarnación del budismo o el hinduismo mientras exista el deseo (en este caso, por nuestros dobles en ese país, que se alimentan de nuestros deseos y nos impiden morir verdaderamente; El cardenal Napellus, casi otra historia de Dorian Gray, pero aquí quien vive y se queda con la vida es una planta azulada, el Aconitus napellus;  y Los cuatro hermanos de la luna. Un documento, una explicación de la Grn Guerra como el cumplimiento del vaticinio de que las máquinas se harían con la Tierra. Divertidos textos con temas que entonces debieron ser oscuras propuestas filosóficas. Imagino a las damas y caballeros conmoviéndose en sus casas de campo. La gracia, lo que los convierte en una lectura deliciosa, es el lenguaje.

*****

Si por alguna extraña circunstancia llegara a suceder que esta narración cayera bajo los ojos de los dos amigos de mi difunto patrón, el maestro Peter Wortzigh (muerto y enterrado en Wernstein del Inn en 1914, año del estallido de la gran guerra), es decir los dos ilustrísimos doctores Chrysophoron Zagräus y Sacrobosco Haselmayer, apodado “el Trasquilado Rojo” por su rostro; ruego a estos señores quieran considerar que no es el placer del chismorreo, ni la necia indiscreción, que me han movido a revelar algo, que quizá los mismos señores han tenido en secreto toda una vida: tanto más que un viejo de setenta años como soy, ha superado desde hace mucho la edad de estas pueriles necedades. Antes bien, motivos de orden espiritual son la base de esta decisión, tras la que pesa, fundamentalmente, una opresiva angustia sobre mi corazón; la de convertirme un día, cuando mi cuerpo haya dejado de existir... en una máquina (los señores sabrán seguramente lo que quiero decir).
Gustav Meyrink, El cardenal Napellus; traducción de María Esther Vázquez. Colección La biblioteca de Babel de Editorial Siruela; segunda edición corregida, mayo de 1987.


No hay comentarios:

Publicar un comentario