Todas las Navidades, una cuñada me regala el último de Auster; termino leyéndolo y prometiéndome que nunca más; pero al año siguiente vuelvo a picar. Le sigo desde El palacio de la luna, he sido testigo de la repetición de temas, del más de lo mismo, cada vez más descarado, pero creo que esta vez se ha pasado. El del año que viene no lo volveré a leer... hasta que lo lea. Es mucho lo que me ha dado para no devolvérselo dedicándole esas 6 u 8 horas.
Reconozco que desde el capítulo dedicado a Morris Heller, hacia la mitad, se enmienda bastante de lo que voy a contar: como si siguiera teniendo la capacidad de meterse como “novelista” en un personaje neoyorquino de su edad. Pero en el resto predomina otra cosa: no crea atmósfera, sino que relata en frases breves una acción tras otra que no pertenece a la narración.
Es como si estuviera contando a un Editor el argumento de una novela. Pero no es la novela.
Es como las acotaciones al guión de una película. Pero no existe el guión.
Es como las acotaciones teatrales de un texto teatral. Pero no existe el texto.
¡Ya está! Es como lo que hace Ikea. Tú ves una mesa con unas sillas que te gustan, las compras y no necesitas un transporte en el que quepa el volumen de los muebles, porque te los van a dar en unas cajas planas, junto con una o dos llaves y unos tornillos, así como un pequeño manual de instrucciones. En tu casa, montas la mesa comedor y las sillas: reconviertes lo plano y despiezado en muebles de verdad.
Pues lo mismo: no has comprado una novela que haya “recreado” una o varias historias. Lo que has comprado es un Manual de Instrucciones para reconvertirlo en novela. Si te apetece y tienes tiempo, claro está. Además, 270 páginas de instrucciones dan para muchas noveles y varios miles de páginas. Justo lo que no ha querido hacer Auster, pasando el encargo al sufrido lector.
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Observando a Harold Russell, el tercer protagonista masculino junto con March y Andrews, el actor no profesional que perdió las manos en la guerra, se pone a pensar en su abuelo Stan, el marido de Caroline, hermana de su abuela, el manco de tupidas cejas Stan Fitzpatrick, veterano del Desembarco de Normandía, empinando el codo en fiestas familiares, contando chistes verdes a los hermanos de Alice en el porche de la casa de sus abuelos, uno de los muchos que nunca lograron recobrar la compostura después de la guerra, el hombre con treinta y siete trabajos distintos, el querido tío Stan, muerto hace ya diez años, y las historias que su abuela le ha contado últimamente de cómo solía zurrar un poco a Caroline, a la ya fallecida Caroline, de cómo la sacudía de tal manera que un día perdió dos dientes y luego están sus dos abuelos, aún vivos, uno apagándose y el otro lúcido, que combatieron en el Pacífico y Europa cuando eran muy jóvenes que parecían niños, y aunque ha intentado preguntar al abuelo lúcido, Bill Bergstrom, marido de la abuela que aún vive, nunca le dice mucho...
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Dado que estos personajes no vuelven a aparecer, que lo único que saca de aquí es la coincidencia con la tesis de la película que destripa (lo de personajes destripando películas no es ya un tema nuevo en Auster), que de los otros personajes del mismo nivel nada dice de sus familiares, me parece que todo esto es paja, es lo que se inventa un escritor para ambientarse él y deja fuera (las nueve décimas partes ocultas del iceberg); dado que la supuesta novela está repleta de párrafos así: paja, gasto innecesario, no ensamblados en la novela, que no crean atmósfera ni ayudan a la narración, que solo sirven para que lector se invente cientos de novelas más:
¿Alguien conoce personalmente a este hombre? ¿Puede hacer el favor de decirle que no es necesario sacar una novela al año? ¿Que puede dar conferencias y además tiene dinero suficiente para dedicarse a vivir? ¿Que viviendo, puede darse el caso de que le crezca dentro una historia de verdad, y en ese caso se puede encerrar 3 años a escribirla? ¿Y que si no se le vuelve a ocurrir una historia, es mejor que no vaya cayendo más bajo con cada novela anual; que ya ha dado muchísimo a la Historia de la Literatura y lo que hace ahora es restar en lugar de sumar?
¿Alguien le puede decir a este hombre que los que le hemos leído casi todo estamos ya un poco hartos?
Paul Auster. Sunset Park; traducción de Benito Gómez Ibáñez. Colección Panorama de narrativas, Editorial Anagrama.
¿Has probado a que el traductor haga de recadero?
ResponderEliminarA lo mejor él está aún más harto de traducirlo, jejeje.
Un abrazo, Nàn querido
Jajaja
ResponderEliminarSolo he leído un libro de Auster "Brooklyn follies" y me encantó (quizás por mis recuerdos y ensoñaciones con este barrio neoyorkino desde siempre), pero sí he escuchado a más personas decir lo que tú, que es un poco pesado Pablito.
Lo tendré en cuenta.
Amén!
ResponderEliminarDiga usted que sí, KW. A veces (muy poquísimas) el acuerdo total es el espacio necesario.
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