«Lo cierto es que recibió la puntual visita de un mensajero del EZLN con nombre de personaje de García Márquez (Arcadio Babilonia, digamos), donó fondos para la “otra campaña, hizo su enésimo viaje a Chiapas y sumió a sus hijos en las repartidas cuotas de admiración y desvelo que nos despiertan sus causas sociales.
Interesado en la democracia participativa que se fragua en Los Caracoles (formas de gobierno indígena), que considera superior a la democracia representativa y corruptible del resto del país, mi padre desaparece de tanto en tanto rumbo a Chiapas, vestido como para participar en una mesa redonda. Una semana transcurre sin que podamos localizarlo. Regresa con fiebre y se recupera con una terapia que ha perfeccionado a sus ochenta y ocho años: se acuesta durante tres días y mastica aspirinas.»
JUAN VILLORO, Mi padre, el cartaginés. Revista Orsai, nº 1.
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